'

SEARCH GOOGLE

..

-

jueves, 12 de enero de 2012

Afuera Brian W. Aldiss






Afuera

Brian W. Aldiss



Nunca salían de la casa.

El hombre que respondía al nombre de Harley era quien solía levantarse primero. A veces daba un paseo por la casa sin quitarse el pijama... la temperatura era constante y suave día tras día. Luego despertaba a Calvin, aquel individuo corpulento y apuesto que parecía como si poseyese una docena de talentos distintos y nunca quisiese emplearlos. Le bastaba con su presencia para satisfacer la necesidad de compañía que sentía Harley.

Dapple, la muchacha de acerados ojos grises y negros cabellos, tenía el sueño muy ligero. Las voces de los dos hombres al conversar la despertaban. Entonces se levantaba e iba a llamar a May; ambas bajaban juntas al piso inferior y preparaban el desayuno. Mientras ellas se entregaban a esta ocupación, las otras dos personas que habitaban en la casa, Jagger y Pief, comenzaban a levantarse.

Así es como empezaban todos los «días»: no con los primeros lustres del alba, sino simplemente cuando los seis despertaban. A pesar que no hacían ejercicio durante el día, cuando se acostaban por la noche su sueño era profundo y regular.

El único acontecimiento del día que provocaba cierta excitación entre ellos era la apertura del almacén. El almacén era un cuartito situado entre la cocina y la estancia azul. En la pared más lejana había un ancho estante, del cual dependía la vida de todos ellos.

En él aparecían todos los suministros, llegados de no se sabía dónde. Lo último que hacían antes de acostarse era cerrar con llave la puerta de aquella desnuda estancia y cuando por la mañana regresaban a ella, encontraban, esperándolos sobre el estante, todos los artículos necesarios para su manutención: comida, ropa blanca, una nueva lavadora. Esto era una característica más de su existencia, normal y aceptada por todos, y que no provocaba jamás entre ellos el menor comentario.

Aquella mañana, Dapple y May ya tenían el desayuno preparado antes que hubieran bajado los cuatro hombres. Dapple incluso había tenido que ir a llamarlos al pie de la amplia escalera antes que Pief hiciese su aparición; por lo tanto, hubo que aplazar la apertura del almacén hasta después de desayunar, porque si bien aquella operación no podía considerarse en modo alguno como una ceremonia, las dos mujeres se ponían nerviosas si tenían que ir solas. Era una de esas cosas que...

Espero que hayan puesto tabaco ,dijo Harley, mientras abría la puerta. Se me está acabando.

Se acercaron al estante y lo miraron. Estaba vacío.

No hay comida ,observó May, con los brazos en jarras. Hoy tendremos que acortar la ración.

No era la primera vez que aquello ocurría. En una ocasión ,no sabían cuánto tiempo hacía, pues no contaban ni los días ni las horas, no apareció comida durante tres días consecutivos. Cada vez que fueron allí, el estante estaba vacío. Aceptaron la escasez resultante con filosofía.

Antes de morirnos de hambre, May, te comeremos ,dijo Pief y todos rieron brevemente para celebrar la broma, aunque Pief ya se la había gastado también la última vez. Pief era un hombrecito discreto, de esos que pasan inadvertidos entre la multitud. Su más preciada posesión consistía en aquellas inocentes bromas.

Sólo había dos paquetes en el estante. Uno era el tabaco de Harley y el otro un juego de naipes. Harley se embolsilló el primero con un gruñido, y abriendo el envase de los naipes desplegó éstos ante los ojos de sus compañeros.

¿Echamos una partida? ,les preguntó.

Sí, de póker ,dijo Jagger.

No, canasta.

Siete y medio.

Jugaremos después ,dijo Calvin. Nos servirá para matar el tiempo por la noche.

Los naipes serían un reto para todos ellos, pues los obligarían a sentarse en torno a una mesa, mirándose cara a cara.

No había nada que los separase, pero tampoco parecía existir una fuerza que los uniese, una vez terminada la baladí operación de abrir el almacén. Jagger limpiaba el vestíbulo con el aspirador de polvo. Pasó frente a la puerta de entrada, que nunca se abría, y remolcó el aparato por las escaleras para limpiar los descansillos superiores. En realidad, la casa no estaba sucia, pero era costumbre limpiarla por la mañana. Las mujeres, sentadas en compañía de Pief, discutían deshilvanadamente la manera de distribuir las raciones, pero después de este intercambio se separaron como si de repente entre ellas hubiera cesado toda comunicabilidad. Calvin y Harley ya habían tomado por rumbos opuestos.

Vivían en una casa de errática disposición. Las pocas ventanas que había nunca se abrían, eran irrompibles y no admitían la luz. La casa estaba sumida en tinieblas; las habitaciones sólo se iluminaban cuando alguien entraba en ellas... y la luz procedía de una fuente invisible. Sólo así se disipaban las tinieblas que envolvían la casa. Las habitaciones estaban amuebladas, pero con muebles incongruentes que apenas tenían relación entre sí, como si la habitación que los contenía careciera de todo sentido. Las casas habitadas por personas huérfanas de ambiciones o propósitos en la vida emanan ese aire.

No se podía discernir ningún plan en el primero o segundo piso o en el largo y vacío desván. Sólo la familiaridad y la costumbre permitían dominar aquel dédalo de piezas y corredores. Y ellos disponían de mucho tiempo para familiarizarse con su laberíntica morada.

Harvey paseó largo rato con las manos en los bolsillos. En un sitio se encontró con Dapple. La joven estaba inclinada graciosamente sobre un cuaderno de dibujo, copiando con mano de aficionado un cuadro que pendía de una de las paredes... y que representaba la misma estancia en que ella se encontraba. Cambiaron algunas palabras y Harley continuó su paseo.

Algo se agazapaba en un rincón de su mente, como una araña en un ángulo de su tela. Ingresó en lo que ellos denominaban la sala del piano y entonces comprendió qué era lo que le preocupaba. Casi furtivamente miró a su alrededor cuando las tinieblas retrocedieron y luego contempló el gran piano de cola. Algunos extraños objetos habían aparecido de cuando en cuando sobre el estante para ser distribuidos por toda la casa; uno de ellos podía verse encima del piano.

Era un modelo de aspecto macizo y de medio metro de alto, achaparrado, casi redondo, de aguda punta y cuatro aletas en arbotante, sobre las que descansaba. Harley sabía lo que era. Era una nave de enlace entre el espacio y la Tierra y viceversa; un modelo de las pesadas naves que ascendían hasta las astronaves propiamente dichas.

Aquello le produjo más desconcierto que la aparición del propio piano en el almacén. Sin apartar sus ojos del modelo, Harley tomó asiento en el taburete del piano y permaneció con el cuerpo en tensión, tratando de arrancar algo desde el fondo de su mente... Algo relacionado con astronaves.

Fuera lo que fuese, era algo desagradable que lo esquivaba cuando él ya creía tenerle el dedo encima. Lo rehuía constantemente. Si pudiese comentarlo con alguien tal vez conseguiría sacarlo de su escondrijo. Desagradable y amenazador, pero con una promesa entreverada en la amenaza.

Si pudiese alcanzarlo y mirarlo cara a cara, podría hacer... algo determinado. Y hasta que no lo hubiese enfrentado, ni siquiera podría decir qué era aquella cosa determinada que quería hacer.

Oyó pisadas a sus espaldas. Sin volverse, Harley levantó con destreza la tapa del teclado e hizo correr un dedo por las teclas. Sólo entonces se volvió para mirar con indiferencia sobre el hombro. Era Calvin, con las manos en los bolsillos y el ánimo despejado, irradiando seguridad en sí mismo.

He visto luz aquí ,dijo con desparpajo,y se me ocurrió entrar, ya que me hallaba de pasada.

Pues a mí se me ocurrió tocar un poco el piano ,respondió Harley, sonriendo.

No se podía hablar de aquello ni siquiera con un amigo como Calvin, porque lo prohibían las circunstancias, las cosas; porque era menester observar una conducta serena, normal. Esto, al menos, era claro y seguro, y le servía de consuelo: portarse como un ser humano normal, como un hombre moliente y corriente...

Tranquilizado, sus dedos arrancaron armoniosas notas al teclado. Tocaba bien. Todos ellos tocaban bien: Dapple, May, Pief... Después de montar el piano, todos se pusieron a tocarlo, y a tocarlo bien. ¿Era aquello... natural? Harley miró de soslayo a Calvin. Éste recargaba su robusta humanidad contra el instrumento, vuelto de espaldas a él, libre por completo de cuidados. Su rostro únicamente mostraba una expresión de gentil afabilidad. Todos ellos eran afables y jamás se peleaban.

Cuando los seis se reunieron ante su frugal almuerzo, su conversación fue trivial y alegre. Luego vino la tarde, muy parecida a la mañana, a todas las mañanas: segura, cómoda, sin propósito definido. Sólo a Harley aquella tarde le pareció ligeramente desenfocada, pues poseía ya una clave con que abordar el problema. No era más que un indicio, pero en la absoluta calma de sus días adquiriría bastante relieve.

Fue May quien le dio aquella pista. Cuando ella se sirvió jalea, Jagger la acusó, riendo, de tomar más de lo que le correspondía. Dapple, que siempre defendía a May, dijo:

Ha tomado menos que tú, Jagger.

No ,le enmendó May. Creo que sí, que he tomado más que nadie. Pero lo he hecho por un motivo particular.

Aquello era una suerte de retruécano muy en boga entre ellos. Pero Harley se puso a rumiar su significado, paseándose de allá para acá por una de las silenciosas habitaciones. Particulares, ulteriores motivos... ¿Sentían sus compañeros la misma desazón que él? ¿Tenían un motivo para ocultar aquella desazón? Y otra interrogante: ¿dónde estaban?

Se desembarazó de aquella cuestión con brusquedad.

Había que ir por partes, tanteando con suavidad el camino que llevaba al abismo. Tenía que clasificar los conocimientos que poseía.

Primero: la Tierra llevaba poco a poco las de perder en una guerra fría con Nititia.

Segundo: los nititianos poseían la alarmante facultad de poder asumir la misma apariencia de sus enemigos.

Tercero: gracias a ello se podían infiltrar en la sociedad humana.

Cuarto: la Tierra era incapaz de atisbar por dentro a la civilización nititiana.

Por dentro... Una oleada de claustrofobia se abatió sobre Harley cuando comprendió que estos hechos cardinales no tenían ninguna relación con aquel microcosmo habitado por él. Procedían, por medios que le eran desconocidos, del exterior: esa vasta abstracción que ninguno de ellos había visto en su vida. Tenía la imagen mental de un vacío estrellado en el que los hombres y monstruos flotaban o se acometían, pero se apresuró a borrarla. Tales ideas no estaban de acuerdo con la reposada conducta de sus compañeros. ¿Pensaban ellos en el exterior, en cómo sería afuera, a pesar que nunca lo mencionasen?

Harley se paseaba inquieto por la estancia y el parquet hacía resonar la indecisión de sus pasos. Se hallaba en la sala de billares. Empujando las bolas sobre el paño con un dedo, las hizo rodar, sintiéndose todo el tiempo preso de conflictivas intenciones. Las rojas esferas se tocaron y se separaron. Así era como funcionaban las dos mitades de su mente. Eran irreconciliables: por un lado debía permanecer allí y conformarse; por otro lado, no debía permanecer allí (al no recordar un tiempo en que no hubiese estado allí, Harley sólo podía formular la segunda idea hasta aquel punto y no más). Otra cosa que le causaba dolor era el hecho que el «aquí» y el «no aquí» no pareciesen ser las dos mitades de un todo homogéneo, sino dos disonancias.

La bola de billar corrió lentamente hasta caer en un orificio. Entonces él se decidió. Aquella noche no dormiría en su habitación.



Vinieron desde distintos puntos de la casa para tomar juntos unas copas antes de acostarse. Por tácita anuencia, se aplazó la partida de cartas para otro momento. Tenían tiempo de sobra para todo.

Hablaron de las naderías que habían ocurrido durante el día, del modelo de una de las habitaciones que Calvin construía y May amueblaba, de la luz defectuosa del corredor del piso alto, que tardaba demasiado en encenderse. Se sentían intimidados. De nuevo era hora de dormir y nadie sabía que sueños vendrían a ellos. Pero dormirían. Harley sabía ,se preguntó si los demás también lo sabían,que con la oscuridad que descendía cuando se metían en la cama, vendría la orden insoslayable de dormir.

Se mantenía alerta y en tensión junto a la puerta de su dormitorio, dándose perfecta cuenta de lo irregular de su conducta. Sentía dolorosos latidos en su cabeza y se llevó una mano helada a la sien. Oyó cómo los demás se iban a sus respectivas habitaciones. Pief lo llamó para darle las buenas noches; Harley le contestó. Luego reinó el silencio.

¡Había llegado el momento!

Cuando salió con nerviosismo al corredor, la luz se encendió.

Sí, aquella luz tardaba en encenderse... Parecía que lo hiciese a regañadientes. Su corazón latía tumultuosamente. Ya no podía volverse atrás. No sabía lo que iba a hacer ni lo que iba a pasar, pero ya no podía volverse atrás. Había conseguido sobreponerse al sueño. Ahora tenía que ocultarse y esperar.

No es fácil ocultarse cuando una señal luminosa lo sigue a uno por todas partes. Pero al ingresar por un pasillo que conducía a un cuarto que nadie utilizaba, abriendo apenas la puerta y agazapándose en el umbral, Harley consiguió que la luz defectuosa se apagase para que la oscuridad reinase allí.

No se sentía contento ni cómodo. Su cerebro bullía en un conflicto que él apenas entendía. Lo alarmaba pensar que había faltado a las reglas y lo asustaban las tinieblas llenas de crujidos que lo rodeaban. Pero no estuvo por mucho tiempo con el ánimo en vilo.

La luz del corredor volvió a encenderse. Jagger había salido de su dormitorio sin tomar ninguna precaución para no hacer ruido. La puerta se cerró con estrépito detrás suyo. Harley pudo atisbar su cara antes que diese media vuelta y se dirigiese a la escalera; se veía reservado pero sereno... como un hombre que sale del trabajo. Bajó la escalera con paso rápido y alegre.

Jagger debía estar durmiendo, en su cama. Se había transgredido una ley de la naturaleza.

Sin vacilar, Harley lo siguió. Había estado preparado para que algo sucediera, y algo sucedió en verdad, pero sentía escalofríos de temor. Se le ocurrió la loca idea que podría desintegrarse de miedo. De todos modos, se obligó a bajar las escaleras, pisando sin ruido la tupida alfombra.

Jagger había doblado un ángulo. Iba silbando tranquilamente. Harley lo oyó descorrer el cerrojo de una puerta. Debía de ser la del almacén... las demás puertas no tenían cerrojo. Jagger dejó de silbar.

En efecto, el almacén estaba abierto. De su interior no venía el menor ruido. Cautelosamente, Harley se asomó al interior. La pared opuesta se había abierto, girando sobre un pivote central, para revelar un pasadizo al otro lado. Durante varios minutos Harley se sintió incapaz de moverse, contemplando como hipnotizado la abertura.

Finalmente entró en el almacén, sintiendo que se ahogaba. Jagger había salido... por allí. Harley hizo otro tanto. Aquello iba hacia un lugar desconocido, a un lugar de cuya existencia él no tenía ni la más remota idea. A un lugar que no era la casa...

El pasadizo era corto y tenía dos puertas. La del otro extremo parecía la puerta de una jaula (Harley fue incapaz de reconocer que se trataba de un ascensor). A un lado había una portezuela estrecha, provista de una ventanilla.

La ventanilla era transparente. Harley miró por ella y luego retrocedió, notando que le faltaba la respiración. Sintió vértigo y se le formó un nudo en la garganta.

Afuera brillaban las estrellas.

Con un esfuerzo, consiguió dominarse y regresar al primer piso, apoyándose en la barandilla. Todos ellos habían estado viviendo bajo una terrible equivocación...

Irrumpió en la habitación de Calvin y la luz se encendió. En el aire flotaba un débil y dulce aroma y Calvin yacía tendido sobre su amplia espalda, dormido profundamente.

¡Calvin! ¡Despierta!,le gritó Harley.

El durmiente no se movió. Harley tuvo conciencia, de pronto, de su propia soledad y de la espectral presencia de la gran mansión que le rodeaba. Inclinándose sobre el lecho, zarandeó violentamente a Calvin y le dio palmadas en el rostro.

Calvin lanzó un gruñido y abrió un ojo.

¡Despiértate, hombre! ,le apremió Harley. Aquí pasa algo terrible.

Calvin se incorporó sobre un codo. Al contagiársele el temor del otro, se despabiló completamente.

Jagger ha salido de la casa,le dijo Harley. La casa tiene una salida. Tenemos... que descubrir qué somos.

Su voz adquirió un timbre histérico y volvió a zarandear a Calvin:

Tenemos que averiguar qué pasa aquí. ¡O somos víctimas de un espantoso experimento! ¡O todos nosotros somos monstruos!

Pero mientras hablaba, ante sus propios ojos atónitos, entre sus propias manos, Calvin comenzó a arrugarse, encogerse y hacerse borroso, mientras sus ojos se juntaban y su hercúleo torso se contraía. Algo distinto... algo vivo y animado se formaba en su lugar.

Harley sólo dejó de gritar cuando, después de bajar las escaleras de cuatro en cuatro escalones, la vista de las estrellas a través de la ventanilla consiguió calmarlo. Tenía que salir afuera, fuese lo que fuese aquel afuera.

Y entonces se decidió.

Abrió la portezuela y salió al fresco aire nocturno.



Los ojos de Harley no estaban acostumbrados a juzgar las distancias. Necesitó algún tiempo para comprender que en la distancia se recortaban unas montañas sobre el cielo estrellado y que él estaba de pie sobre una plataforma erigida a tres metros y medio sobre el suelo. A cierta distancia brillaban unas luces, formando rectángulos iluminados sobre una extensión cubierta de asfalto.

Había una escalerilla de acero al borde de la plataforma. Mordiéndose los labios, Harley se aproximó a ella y descendió torpemente. El frío y el miedo lo hacían temblar con violencia. Cuando sus pies tocaron terreno sólido, echó a correr. Miró una sola vez hacia atrás y vio la casa saliendo de la plataforma como una rana inmóvil sobre una ratonera.

Entonces se detuvo de pronto, en la oscuridad casi total. El horror y la aversión lo dominaron, provocándole náuseas. Las estrellas que tildaban en lo alto y las pálidas crestas de las montañas comenzaron a girar y él apretó los puños para no desvanecerse. Aquella casa, fuese lo que fuese, representaba todo el frío de su espíritu. Harley se dijo: «Sea lo que sea lo que me han hecho, me han engañado. Alguien me ha desprovisto tan completamente de algo que ni siquiera sé lo que es. He sido engañado, burlado...».

Y sintió que se ahogaba al pensar en los años que le habían robado. Nada de pensar; el pensamiento desgastaba los nervios y corría como un ácido por el cerebro. ¡Únicamente acción! Los músculos de sus piernas se pusieron nuevamente en movimiento.

Ante él se alzaron unos edificios. Corrió hacia la luz más próxima e irrumpió en la primera puerta. Entonces se detuvo en seco, jadeando y parpadeando bajo aquella luz cegadora.

Las paredes de aquella habitación estaban recubiertas de gráficos y mapas. En el centro de la pieza había una mesa de grandes proporciones provista de pantalla televisora y altavoz. Era una habitación de aspecto oficinesco, con ceniceros abarrotados de colillas. Reinaba en ella un desaseo ordenado. Un hombre enjuto estaba sentado muy alerta ante la mesa; su boca era de finos labios.

Otros cuatro hombres estaban también en la habitación. Todos ellos iban armados y ninguno mostró sorpresa al verlo. El hombre sentado ante la mesa vestía un traje impecable; los demás iban de uniforme.

Harley se apoyó en el umbral, sollozando. No encontraba palabras.

Has tardado cuatro años en salir de ahí ,le dijo el hombre enjuto.

Su voz era aguda.

Acércate y mira esto ,le dijo, indicándole la pantalla que tenía delante.

Haciendo un esfuerzo, Harley obedeció; sus piernas se movían como desvencijadas muletas.

En la pantalla, claro y real, se veía el dormitorio de Calvin. La pared del fondo se abrió y por ella dos hombres uniformados se llevaron a rastras a una extraña criatura, un ser que parecía de alambre, de aspecto mecánico, que antes se llamaba Calvin.

Calvin era un nititiano, pues ,observó Harley con voz ronca, consciente de una especie de sorpresa estúpida que le produjo su propia observación.

El hombre enjuto asintió con la cabeza.

Las infiltraciones enemigas llegaron a constituir una verdadera amenaza,dijo. En la Tierra, nada ni nadie estaba seguro. Estos seres pueden matar a un ser humano haciéndolo desaparecer y convirtiéndose en su réplica exacta. Esto complica mucho las cosas... De esta manera perdimos muchos secretos de Estado. Pero las naves nititianas están obligadas a aterrizar sobre este planeta para desembarcar a los no-hombres y recogerlos una vez finalizada su misión. Éste es su talón de Aquiles.

»Interceptamos a una de estas naves y paralizamos uno por uno a sus tripulantes después que asumieron una forma humanoide. Entonces los sometimos a una amnesia artificial y los distribuimos en pequeños grupos en diferentes lugares, para someterlos a estudio. Tienes que saber, en efecto, que estás en el Instituto del Ejército para la Investigación de los No-Hombres. Hemos aprendido muchas cosas... casi lo suficiente para combatir la amenaza. Tu grupo, por supuesto, era uno de ésos.

Harley casi chilló:

¿Por qué me pusieron ustedes con ellos?

El hombre enjuto hizo sonar una regla entre los dientes antes de responder.

En cada grupo se requiere la presencia de un observador humano, además de todos los aparatos registradores y exploradores conectados con el exterior. Pues un nititiano consume mucha energía para mantener su forma humana. Una vez que ha asumido esa forma, la mantiene por autohipnosis, y ésta sólo es anulada en momentos de prueba y de tensión interior. La cantidad de tensión soportable puede variar de un individuo a otro. Nuestro observador humano puede darse cuenta de estas tensiones. Es un trabajo muy fatigoso; siempre utilizamos dobles que actúan en días alternos...

Pero yo siempre he estado allí...

El Ser Humano de tu grupo ,le interrumpió su interlocutor,era Jagger, o dos hombres que se alternaban en el papel de Jagger. Esta noche sorprendiste a uno de ellos saliendo de la casa al concluir su turno.

Esto no tiene pies ni cabeza ,gritó Harley. ¿Trata usted de decir que yo...?

Las palabras le faltaban. Ya no podía pronunciarlas. Sintió que su forma exterior se deshacía como arena, mientras desde el otro lado de la mesa varias pistolas lo encañonaban.

El hombre enjuto apartó su mirada del repugnante espectáculo antes de proseguir:

Tu nivel de tensión es sorprendente. Muy notable, ciertamente. Pero todos ustedes terminan por cometer el mismo error. Como los insectos terrestres que imitan a determinados vegetales, poseen una astucia que se convierte en un arma de dos filos. No saben ser más que simples copias. Como Jagger se pasaba el día sin hacer nada, todos ustedes se limitaban a remedarlo instintivamente. No se aburrían... ni siquiera trataban de cortejar a Dapple... por cierto, una de las mujeres más bellas que he visto. Ni siquiera el modelo de astronave les produjo una reacción apreciable.

Alisándose el traje, se levantó ante el ser esquelético que se había ido a agazapar en un rincón.

La inhumanidad que llevan dentro siempre los delatará ,dijo con voz tranquila, por muy humanos que puedan parecer exteriormente.



F I N


GILLES DE RAIS




GILLES DE RAIS
Con apenas 20 años, Gilles de Laval, barón de Rais, era ya un joven de atractiva elegancia y sorprendente belleza. Había recibido una esmerada formación intelectual y militar que lo llevó a tomar lugar al lado de Juana de Arco como primer teniente a favor de su amigo el rey Carlos VII. Sirvió con tal distinción en las distintas batallas de la época, que fue recompensado con el título de Mariscal de Francia. La suerte le seguía sonriendo desde su venida al mundo en 1404.
Descendía de una de las familias más ricas y poderosas de Francia, y a los once años había heredado una de las mayores fortunas del país, que se había incrementado tras casarse a los dieciséis, con su prima e inmensamente rica, Catalina de Thouars.
Por aquel entonces su vida transcurría con total normalidad, incluso acababa de ser padre de una niña y era uno de los nobles más ricos de Europa. No obstante su conducta cambiaría tras la captura de su protegida Juana de Arco. El joven Mariscal trató de salvarla con una obstinación casi obsesiva, pero de poco le iba a servir, pues Juana acabaría siendo quemada en la hoguera.
Tras el duro shock de haber perdido a la mujer que idolatraba en secreto, Gilles se separó de su esposa y se encerró en su castillo de Tiffauges, negándose a tener contactos sexuales con ninguna mujer.
Entonces comenzó una insólita carrera de crímenes y sacrilegios contra la Iglesia, pues trataba de desafiar a Dios por haber permitido que Juana fuese torturada y quemada. Para divertirse, ordenaba que se organizasen en sus múltiples castillos lujosísimas fiestas y representaciones teatrales que eran conocidas en toda Europa, pero sus excesivos gastos pronto empezaron a menguar su fortuna y se vio obligado a vender varias de sus propiedades. Preocupado por tales pérdidas, el barón de Rais se fue aficionando a la Alquimia e hizo que se instalase un laboratorio en un ala del castillo, donde trabajaba sin apenas dormir ayudado por alquimistas y magos importados de toda Europa a la búsqueda de la piedra filosofal, capaz, según la tradición esotérica, de transformar los metales en oro. Al cabo de cierto tiempo, su sueño de oro no acababa de madurar, todo lo contrario, los alquimistas y magos le costaban una fortuna que lo iba arruinando más y más, hasta que desengañado despidió a la gran mayoría. Los pocos que quedaron a su mando no tardaron en persuadirlo que sólo con la ayuda del Diablo podría conseguir el oro que necesitaba. (Algunas de sus numerosas biografías, cuentan que Gilles de Rais, llamado Barba Azul, habría hecho testamento legando parte de sus bienes a Satanás, pero reservándose su vida y su alma, según la leyenda. En las escrituras del castillo, figura como titular el mismo Diablo).
Los historiadores opinan que su primer crimen fue cometido con el propósito de realizar un pacto con éste para lograr sus favores. Pero tras haberle cortado las muñecas a la víctima, haberle sacado el corazón, los ojos y la sangre, ni se le apareció el Diablo ni logró trasformar el metal en oro. Lo único que habría logrado, sería el haber descubierto su pasión secreta: la tortura, la violación y el asesinato de niños.
Este personaje sentía una predilección malsana por los niños y los adolescentes, hasta el punto de que se atribuyó nada menos que la muerte de 200, tal vez más...
A partir del verano de 1438 comenzaron a desaparecer algunos muchachos de la misma ciudad de Nantes, de los pueblos de los alrededores, y la mayor parte, ocurrían cerca de la mansión del barón de Rais. También hacía entrar en su castillo a algunos de los niños mendigos que pedían limosna frente al puente levadizo, que eran retenidos contra su voluntad por sus servidores, violados y desmembrados posteriormente. La sangre y otros restos se conservaban para propósitos mágicos.
El mismo Gilles contó en alguna ocasión como disfrutaba visitando la sala donde los chicos eran a veces colgados de unos ganchos. Al escuchar las súplicas de alguno de ellos y ver sus contorsiones, Gilles fingía horror, le cortaba las cuerdas, le cogía tiernamente en sus brazos y le secaba las lágrimas reconfortándole. Luego, una vez se había ganado la confianza del muchacho, sacaba un cuchillo y le segaba la garganta, tras lo cual violaba el cadáver.
En una ocasión, se acercó a un niño que había elegido previamente y lo llevó al gran lecho que ocupaba el fondo de la sala de "torturas". Después de algunas caricias, tomó una daga que colgaba de su cintura, y riendo a carcajadas cortó la vena del cuello del desdichado. Frente a la sangre que brotaba y al cuerpo que se convulsionaba, el barón se puso como loco. Arrancó las vestimentas al moribundo, tomó su propio miembro y lo frotó en el vientre del niño, que dos de sus cómplices sostenían porque éste estaba sin conocimiento. Cuando por fin salió el esperma, tuvo un nuevo acceso de rabia, tomó una espada y de un golpe cortó la cabeza de la víctima. Gilles, en pleno éxtasis se tumbó sobre el cuerpo decapitado, introdujo su sexo entre las piernas rígidas del cadáver, gritando y llorando hasta un nuevo orgasmo, se derrumbó sobre el cuerpo cubriéndolo de besos y lamiendo la sangre.
Luego ordenó que quemasen el cuerpo y que conservasen la cabeza hasta el día siguiente. En ese mismo suelo, desnudo y manchado de sangre se habría quedado dormido. (Se dice que Gilles tras la comisión de los crímenes de vampirismo y necrofilia caía en un pesado sueño, casi en coma, hecho que se reproduce en otros asesinos vampíricos y necrófilos que también dormían después de atacar a los cadáveres, como es el caso de Henri Blot). A la mañana siguiente no quedaba huella ninguna de su desenfreno de la noche anterior, sus sirvientes la habían limpiado. Pidió que le trajeran la cabeza y ante ésta, se arrodilló bañado en lágrimas y prometió reformarse. Acercó sus labios a la cabeza, la besó largamente y se fue a su cama llevándola consigo y diciéndole que muy pronto se reuniría con otras cabezas tan bellas como ella...
Uno de los mayores placeres de Gilles era tener las cabezas decapitadas clavadas ante su vista. Luego llamaba a un artista de su séquito, el cual ondulaba exquisitamente el cabello del niño, le enrojecía los labios y las mejillas hasta darle un aspecto de belleza impresionante.
Cuando tenía bastantes cabezas cortadas, celebraba una especie de concurso de belleza, en el cual sus amigos e invitados votaban sobre cuál era la más bella. La cabeza "ganadora" era dedicada a un uso necrofílico.
Tras las numerosas desapariciones de niños, poco a poco las sospechas se fueron tornando hacia la persona del barón, pero nadie se atrevía a acusarle, pues aunque más empobrecido seguía siendo un personaje muy poderoso, y sus víctimas en cambio, solo eran gente muy humilde.
Por otro lado, los proveedores no cesaban de amenazar a los padres que reclamaban a sus hijos desaparecidos, y en todas partes se hacía el silencio.

A principios de 1440, llegaron los rumores hasta la corte del duque de Bretaña, quién ordenó abrir una investigación sobre los secuestros y la posible implicación del barón de Rais.
El 13 de septiembre fue detenido en su el pueblo de Machecoul por un grupo de soldados, quienes hallaron en su propiedad los cuerpos despedazados de 50 adolescentes. El duque de Bretaña le hizo compadecer ante la justicia acusado de haber asesinado e inmolado entre 140 y 200 niños en prácticas diabólicas.
Se le infligieron todo tipo de torturas para obligarle a confesar sus crímenes, que se obstinaba a negar pese a las evidencias, pero fue sólo la amenaza de la excomunión lo que le indujo a hacerlo detalladamente.
En octubre, Gilles aceptó voluntariamente todos los cargos que se le imputaban y confesó que había disfrutado mucho con su vicio, a veces cortando él mismo la cabeza de un niño con una daga o un cuchillo, y otras golpeando a los jóvenes hasta la muerte con un palo y besando voluptuosamente los cuerpos muertos, deleitándose sobre aquellos que tenían las cabezas más bellas y los miembros más atractivos. Afirmó ante los magistrados que su mayor placer era sentarse en sus estómagos y ver como agonizaban lentamente, y que en los cargos que se le imputaban no había intervenido nadie más que él, ni había obrado bajo la influencia de otras personas, sino que siguió el dictado de su propia imaginación con el único fin de procurarse placer y deleites carnales.
Al amanecer del 26 de octubre fue llevado a un descampado junto con dos de sus más destacados cómplices para ser ahorcado y quemado en la hoguera. En el patíbulo manifestó públicamente su arrepentimiento, instando a todos los presentes a no seguir su ejemplo y pidiendo humildemente perdón a los padres de las víctimas. Murió aferrándose desesperadamente a su fe cristiana.
Accediendo a las súplicas de algunos de sus parientes, el cuerpo, parcialmente quemado, fue retirado de la hoguera y enterrado en una iglesia de las carmelitas en Nantes. Sus bienes fueron confiscados en beneficio del duque de Bretaña y de la Iglesia.

HENRY DESIRE LANDRU




 HENRY DESIRE LANDRU
Encarnación perfecta del mito de Barba Azul, Henri Désiré Landrú nació en París en 1869. Hijo de un modesto industrial y de una costurera, su infancia transcurrió entre sus estudios y la religión. Cuando tenía alrededor de 20 años tuvo que casarse con una prima que esperaba un hijo suyo. Poco tiempo después de su matrimonio, partió a la guerra a cumplir con sus obligaciones militares.
Entre 1902 y 1914, algunos delitos menores le valieron tres penas de cárcel sucesivas lo que acarreó que su padre, avergonzado por el comportamiento de su hijo, se quitara la vida.
Para Landrú, cuya inclinación a la estafa ya había desencadenado la muerte de su padre, la Gran Guerra de 1914-1918 le proporcionó la oportunidad de refinar este talento. Y es que, las bajas que a diario se producían en el frente de batalla, aumentaba constantemente el número de viudas; quienes colocaban en los periódicos anuncios matrimoniales. Esta lectura fue para Désiré una revelación. Comprendió que un hombre como él, atractivo y joven aún, podía aprovecharse de esta situación.
Desde 1914, Landrú hizo publicar en los diarios un anuncio que decía: "Señor serio desea casarse con viuda o mujer incomprendida entre 35 y 45 años". Como es de suponerse, recibió gran cantidad de cartas que organizó con esmero para estudiarlas y clasificarlas posteriormente.
Las fichas de las candidatas apuradas llevaban la anotación S.F. (sin fortuna), las cuales eran descartadas de inmediato por el ambicioso Landrú; a las otras, les enviaba una respuesta para recoger más información y asegurarse de la rentabilidad del idilio. Llamado "El Moderno Barba-azul" fue el asesino de masas más famoso de Francia. Utilizaba su encanto para ganarse el corazón de docenas de mujeres solitarias. Ellas querían casarse; él quería su dinero y sus vidas para garantizar su silencio.

Asesinando por Dinero
Landru utilizó un viejo truco para hacer saber que era un viudo de buena posición que deseaba casarse: simplemente puso un anuncio en los periódicos. Recibió miles de contestaciones. Seleccionó las que le parecieron más interesantes, alquiló una villa aislada en las afueras llamada "Ermitage", y empezó a hacer contacto con las pretendientes. Atento y encantador se ganaba su confianza, especialmente mujeres solitarias, viudas y con algún capital. Y así fueron cayendo una tras otra en la trampa tan hábilmente preparada por el asesino. Después de un breve plazo durante el que gozaba de sus encantos, las convencía para que le dejasen sus ahorros. Luego, las mataba, las descuartizaba con una sierra y las quemaba, incinerándolas en el horno de la villa "Ermitage".
Su primera conquista obtenida por este método fue la de la viuda Jeanne Cuchet de 39 años, quien vivía con su hijo de diecisiete años y cuyos ahorros podían considerarse como consistentes. La señora Cuchet tenía una necesidad urgente de afecto y para Landrú, -con su exquisita cortesía y su aspecto de "caballero"-, no le fue difícil seducirla. Su primera identidad fue la de Diard, inspector de correos, proveniente de Lille debido a la ocupación alemana. No sólo le prometió matrimonio, sino que además ofreció conseguirle al joven Cuchet un empleo estable y con futuro en la administración. La viuda aceptó y se fue con él al apartamento que Désiré previamente había alquilado en Vernouillet. Madre e hijo desaparecieron sin dejar rastro.
Alentado por su primer éxito, Landrú se animó a repetir la hazaña; llevó a cabo varias aventuras sentimentales de forma simultánea. Entre 1915 y 1919, hizo nueve conquistas sucesivas. La mayoría de sus "prometidas" eran viudas cuyas edades variaban entre los 45 y 50 años. Ellas, dispuestas a creer en todas las charlatanerías de su futuro esposo, le confiaban sus negocios, joyas, muebles y ahorros después de la "luna de miel" en la campiña.
Cuando a Landrú le pareció que el apartamento en Vernouillet ya no presentaba las garantías necesarias de discreción, lo abandonó y se fue a rentar un pabellón llamado "La Ermita" en Gambais, lugar ideal para esconder sus amores.
Désiré hacía sus conquistas en París y de vez en cuando pasaba los domingos en Gambais. Llevaba una vida casi normal. Visitaba a sus hijos con frecuencia, mostrándose con ellos como padre atento y a su esposa le regalaba joyas de las cuales nunca le explicó su procedencia.

Cómo fue descubierto
Pero, como nada es eterno, a Landrú se le acabó la suerte cuando los familiares de las desaparecidas comenzaron a mostrar preocupación. Los primeros, fueron los parientes de la señora Collomb, la quinta novia de Désiré, quienes escribieron una carta al alcalde de Gambais para pedir noticias de la joven y de un tal señor Dupont con quien había sido vista por última vez. Poco después fue la familia Buisson la que buscaba a la que fue la séptima novia de Landrú y a quien acompañaba un tal Frémyet en Gambais. El alcalde nunca había oído el nombre de Frémyet, pues fue Dupont (Landrú) el que alquiló "La Ermita". A pesar de su aspecto sus buenos modales y su aparente amabilidad le sirvieron para ganar los corazones de sus Víctimas.
La policía abrió una investigación de inmediato y se dio a la difícil tarea de localizar a un hombre calvo, con barba negra y de estatura mediana. Con esta vaga descripción, fue el azar el que permitió que la hermana de la señora Buisson se cruzara con Landrú el mismo día que se presentó la denuncia. Lo vio en una tienda de la Rue de Rivoli comprando porcelanas, acompañado de una nueva víctima: Fernande Segret. La policía interrogó al comerciante y encontró que Désiré, había dejado su tarjeta "Lucien Guillet, 76, Rue Rochechouart".
Para el 13 de abril de 1919, Le Petit Journal publicaba un artículo con la detención de Landrú en el que informaba a sus lectores, que éste estaba inculpado de robos con agravantes y de estafas y que durante varios años se ocultó con nombres falsos. Además, el diario sentenció: "pero cargos más graves pesarán sobre él".
Los guardias se trasladaron a Gambais. Descubrieron la cocina, el cobertizo donde Désiré amontonaba la ropa y los muebles de sus víctimas. Encontraron además, osamentas humanas calcinadas. Pero las pruebas convincentes fueron sus ficheros y la libreta en la que anotaba, con una meticulosidad asombrosa de ahorrador compulsivo, los precios de los boletos de ferrocarril de París a Gambais.
El proceso de Landrú, duró dos años. El público cambió las preocupaciones de la reciente guerra por el juicio del hombrecito calvo, barbudo y con perfil de pájaro que negaba con calma, bromeaba con cinismo y daba en todo momento muestras de la más delicada cortesía. En su celda estudiaba sus expedientes, recibía obsequios y propuestas de matrimonio por parte de sus admiradoras. En las elecciones de 1919, cuatro mil franceses propusieron a Landrú como candidato. Los debates eran seguidos con pasión, ya que si bien nadie ponía en duda la culpabilidad del acusado, tampoco había ninguna prueba formal. No se encontró ningún cadáver ni de las diez novias ni el del hijo de la señora Cuchet. Las osamentas humanas reducidas a cenizas, encontradas en la cocina, eran solamente 996 gramos. Había grandes conjeturas, pero ningún testimonio.

El abogado de Désiré, el señor de Moro-Giafferi, a pesar del talento demostrado, no logró salvar a su cliente. Sin embargo, las últimas palabras que Landrú le dirigió a su defensor fueron: "Le he confiado una causa bien difícil... digamos desesperada... En fin, no es la primera vez que condenan a un inocente". Ante el escepticismo del señor Moro-Giafferi, añadió: "Sí, maestro, digo bien: inocente".
Después de tres semanas de proceso, Landrú fue condenado a muerte la madrugada del 22 de febrero de 1922. La cabeza del "Señor de Gambais" rodó a las puertas de la cárcel de Versalles.

Las mujeres de Landrú, una cronología
Si bien se llegó a especular en cifras exageradas que Landru pudo asesinar a casi 300 mujeres, el secreto de sus asesinatos se enterró con él, pues en ningún momento reconoció su culpa ni dio ningún tipo de pista que pudiera esclarecer su caso. En todo caso con casi total seguridad estos nombres que a continuación se citan pertenecen a las "hazañas" de tan frío asesino.
- Sra. Cuchet, viuda, 39 años y su hijo de 17 años.
- Sra. Laborde, viuda, 46 años.
- Sra. Guillin, 51 años. Fea, pero con una herencia de 20,000 francos.
- Sra. Héon, la primera que fue a Gambais.
- Sra. Collomb, viuda, 39 años.
- Andrée Babelay. La excepción, 19 años, guapa y sin dinero, no fue reclutada por anuncio sino en un encuentro casual en el Metro.
- Sra. Buisson. Virtuosa que tardó dos años en ceder.
- Sra. Jaume. Muy católica, aceptó las proposiciones de Landrú tras la oferta de matrimonio.
- Sra. Pascal. Joven y guapa. Antes de irse a Gambais le escribió a su tía: "No sé lo que hay en él, pero me asusta. Su mirada ceñuda me angustia. Parece el diablo".
- Sra. Marchadier. Antigua prostituta. Partió a Gambais acompañada de sus tres perros que también desaparecieron sin dejar huella.

ANATOLI ONOPRIENKO




 ANATOLI ONOPRIENKO
El lunes 23 de noviembre de 1998, se iniciaba en la ciudad de Zhitomir (ex Unión Soviética), el juicio de un ucraniano acusado de haber asesinado a 52 personas, ante la celosa mirada de un público enloquecido que reclamaba la cabeza del acusado. Su calma contrastaba con la emoción de todos los presentes en la sala, en su mayoría jóvenes.
Después de confesar en una declaración entregada a la prensa por su abogado antes de la apertura del juicio, que no se arrepentía de ninguno de los crímenes que había cometido, Anatoli Onoprienko respondía dócilmente a las preguntas del juez; reconoció haber asesinado a 42 adultos y 10 niños, entre 1989 y 1996.
La parte acusadora ha pedido la pena de muerte, cuyo mantenimiento apoyan tres de cada cuatro ucranianos, según las encuestas, pero el verdadero problema en este complicado juicio, es impedir que el público linche al acusado. Complicado por su envergadura y duración (más de 400 testigos y por lo menos tres meses de declaraciones por delante), por sus gastos, pero también por la tensión que se respira entre los familiares de las víctimas, obligados a pasar cada día por un arco detector de metales, algo no tan corriente en ese país, mientras el acusado, encerrado en una jaula metálica, está prudentemente separado de la ira del público...
Las autoridades le describen como el asesino más terrible de la historia en Ucrania y de la antigua Unión Soviética, mientras que las familias de las numerosas víctimas lo califican de "animal", "ser monstruoso" y "bestia demoníaca".
Los hechos se producían entre octubre de 1995 y marzo de 1996. En aquellos seis meses, la región de Zhitomir vivió aterrorizada por una serie de 43 asesinatos que Onoprienko había ido sembrando. La Nochebuena de 1995 se produjo el ataque a la aislada vivienda de la familia Zaichenko. El padre, la madre y dos niños muertos y la casa incendiada para no dejar huellas fue el precio de un absurdo botín formado por un par de alianzas, un crucifijo de oro con cadena y dos pares de pendientes.
Seis días después, la escena se repetía con otra familia de cuatro miembros. Víctimas de Onoprienko aparecieron también durante aquellos seis meses en las regiones de Odesa, Lvov y Dniepropetrovsk.
Estas matanzas incitaron a la segunda investigación delictiva más grande y complicada en la historia ucraniana (la primera había sido la de su compatriota Chikatilo). El gobierno ucraniano envió una buena parte de la Guardia Nacional con la misión de velar por la seguridad de los ciudadanos y, como si el despliegue de una división militar entera para combatir a un solo asesino no fuera bastante, más de 2000 investigadores de las policías federal y local.
Los policías empezaron a buscar a un personaje itinerante y elaboraron una lista en la que figuraba un hombre que viajaba frecuentemente por el sudoeste de Ucrania para visitar a su novia.
Con la policía tras su pista, Onoprienko puso tierra de por medio en 1989 y abandonó el país ilegalmente para recorrer Austria, Francia, Grecia y Alemania, en dónde estaría seis meses arrestado por robo y luego sería expulsado.
De regreso a Ucrania sumó a los nueve otros 43 asesinatos, y poco después, ante las pruebas encontradas por los agentes en los apartamentos de su novia y su hermano (una pistola robada y 122 objetos pertenecientes a las víctimas), hallaron una razón para arrestarlo. Cuando la policía le pidió los documentos en la puerta de su casa, Onoprienko no les quiso facilitar la tarea, e hizo un esfuerzo vano por conseguir un arma y defenderse. Cuando los policías por fin lo detuvieron, Onoprienko se sentó silenciosamente cruzando los brazos y les dijo sonriendo: "Yo hablaré con un general, pero no con ustedes". Aun así, no le quedó más remedio que confesar sus crímenes y dejar que aquellos le arrestasen.
En su declaración al juez, aparecerían otros nueve cadáveres cosechados a partir de 1989 en compañía de un cómplice, Sergei Rogozin, (quien también comparecería en el juicio).
Anatoli Onoprienko siguió los pasos del legendario Andrei Chikatilo. Ambos mataron al mismo número de víctimas, pero son muy diferentes. Chikatilo, ejecutado en 1994, era un maniaco sexual. Sólo mataba mujeres y niños, cuyos cuerpos violaba y mutilaba. A veces se comía las vísceras. Nada de esto aparece en el expediente de Onoprienko, un ladrón que mataba para robar, con inusitada brutalidad y ligereza, pero sin las escenas del maniaco sexual. Onoprienko supera a Chikatilo por el corto periodo en que realizó su matanza: seis meses frente a doce años.
Cuando ejecutaba a sus víctimas, el asesino seguía un mismo ritual: elegía casas aisladas, mataba a los hombres con un arma de fuego y a las mujeres y a los niños con un cuchillo, un hacha o un martillo. No perdonaba a nadie, después de sus asesinatos cortaba los dedos de sus víctimas para sacarles los anillos, o a veces quemaba las casas. Incluso mató en su cuna a un bebé de tres meses, asfixiándolo con una almohada.
Onoprienko, de 39 años, estatura media, aspecto de deportista, racional, educado, elocuente, dotado de una excelente memoria y desprovisto de piedad. Soltero, padre de un niño, reconoció haber tenido una infancia muy difícil: su madre había muerto cuando él tenía 4 años, y su padre y su hermano mayor lo habían abandonado en un orfanato. De adulto, para ganarse la vida, se había embarcado como marino y había sido bombero en la ciudad de Dneprorudnoye (dónde su ficha laboral le describe como un hombre "duro, pero justo"). Luego había emigrado al extranjero para trabajar de obrero durante ese tiempo, pero confesó que su fuente primaria de ingreso era criminal: los robos y asaltos.
El peritaje médico lo ha calificado como perfectamente cuerdo que puede y debe asumir las consecuencias de sus actos. El mismo se define como un "ladrón" que mataba para robar: "Mataba para eliminar a todos los testigos de mis robos".
Por este motivo puede ser condenado a la pena capital por crímenes premeditados con circunstancias agravantes. El presidente ucraniano, Leonid Kuchma, dijo que dará explicaciones al Consejo de Europa para violar en este caso la moratoria de ejecución de la pena de muerte que su país mantiene desde marzo de 1997. Gracias al convenio con el Consejo de Europa, 81 penas de muerte dictadas últimamente en Ucrania no se han ejecutado. La declaración del presidente Kuchma anuncia que se va a hacer una excepción con Onoprienko.
En un momento determinado de la investigación, el acusado afirmó que oía una serie de voces en su cabeza de unos "dioses extraterrestres" que lo habían escogido por considerarlo "de nivel superior" y le habían ordenado llevar a cabo los crímenes. También aseguró que poseía poderes hipnóticos y que podía comunicarse con los animales a través de la telepatía, además de poder detener el corazón con la mente a través de unos ejercicios de yoga.
¿Enfermo mental o maniaco homicida? lo primero podría declararlo imputable, y lo segundo, condenarlo a la pena capital... el juicio, actualmente en curso, parece seriamente complicado.
Los psiquiatras, sin embargo, han diagnosticado que el hombre está perfectamente "cuerdo" y la mayoría quiere que pague por los homicidios. El mismo Onoprienko resumía así la filosofía de su carnicería: "Era muy sencillo, los veía de la misma forma en que una bestia contempla a los corderos".

RICHARD RAMÍREZ




 RICHARD RAMÍREZ
Algunos psicólogos calificaron a Ramirez como un asesino fuera del grupo de los asesinos. El "merodeador nocturno" mató a 14 personas en Los Ángeles entre 1984 y 1985. Como la mayoría de los asesinos en serie, Ramirez fue en su adolescencia un chico problemático: a los 9 años ya comenzó a robar y más tarde a consumir drogas en Texas, su estado natal.
Una vez en Los Ángeles, comienza su carrera como asesino, sin unas pautas concretas lo cual hacía más difícil su detención: mataba a personas dándole igual sexo, raza, edad o condición. Las armas utilizadas iban desde un bate de beisbol a un puñal, pasando por varios tipos de pistolas.
Su modus operandi también oscilaba, ya que podía asesinar de una manera organizada sin dejar pista o matar sin ningún cuidado creyéndose amparado por su dios Satán, dibujando signos satánicos en las paredes , comiendo en casa de sus víctimas, robándoles el dinero que llevaban encima o dejando las armas homicidas en el lugar del crimen.
Su juego preferido era salir de caza, acompañado por un walkman, oyendo AC/DC, encontraba a su víctima y entraba en su casa preparado para violar y matar.
Al principio, solo golpeaba y violaba, dejando incluso a la mayoría de sus víctimas con vida, pero después se hace más sádico, como por ejemplo, en el asesinato de una joven, que violó y la sacó los ojos con una cuchara, matando a la chica después y enviándolos a su casa al día siguiente.
Como muchas de sus víctimas sobrevivían, una mujer le reconoció en Agosto del 85 por la calle, después de numerosos retratos robot enviados por la policía, y un grupo de gente a la voz de "matadlo" le persiguió y capturó mientras intentaba robar un coche, salvándose de ser linchado por una patrulla de policía.
El 4 de Octubre del 89, realiza las siguientes declaraciones: "...Yo no creo ni en la hipocresía ni en los dogmas morales de la llamada sociedad civilizada. Solo me basta con mirar dentro de esta habitación, para conoceros tal y como sois: mentirosos, cobardes, asesinos, ladrones... y cada uno con su propia profesión legal. Sois unos gusanos hipócritas, me ponéis enfermo..."
"...No necesito oír todos los raciocinios de vuestra sociedad. Ya los he oído antes y los argumentos siempre son los mismos..."
"... No me entendéis. Tal y como suponía, no sois capaces de hacerlo. Yo estoy más allá de vuestra experiencia. Estoy mas allá del bien y del mal..."
Finalmente es acusado de 14 asesinatos, 5 intentos de asesinato, 9 violaciones (entre las cuales 3 fueron a menores), 2 secuestros (solía secuestrar niños para abandonarlos a cientos de kilómetros de su casa solo por el placer de hacerlos sufrir), 4 actos de sodomía, 2 felaciones forzadas, 5 robos y 14 allanamientos de morada. A pesar de estos datos, se estima que actuó en muchas más ocasiones ya que su modus operandi no era fácilmente identificable y él nunca colaboró con la policía dando datos de sus crímenes.
En 1989 es condenado a la cámara de gas, y Ramirez no perdió su fe: "...! Legiones de la noche!,! Razas de la noche!, no repitáis los errores del Night Stalker y no concedáis clemencia alguna... Yo seré vengado. Lucifer está con nosotros..."

PAUL BERNARDO Y KARLA HOMOLKA




 PAUL BERNARDO Y KARLA HOMOLKA.
Ella era radiante y hermosamente rubia. Él era un adorable y guapo chico con una carrera brillante por delante. Karla y Paul Teale eran conocidos como Barbie y Ken por sus amistades vecinales - pero a diferencia de sus muñecos símiles, tras sus sonrisas se escondían un par de sádicos carniceros acusados de 43 ataques sexuales y una larga lista de sádicos asesinatos.
Las mentes retorcidas de los Teales filmaban a sus víctimas siendo torturadas, violadas y descuartizadas. Gustaban de capturar los agonizantes gritos de sus jóvenes víctimas para satisfacer su siniestra lujuria.
Los Teales fueron: Juzgados por los sadísticos crímenes de dos jóvenes adolescentes, sospechosos del asesinato en Navidad de la hermana de Karla, Tammy de 15 años de edad. Implicados en la desaparición de muchas jovencitas. Paul Teale, de 26 años de edad, se cree responsable de más de 43 asaltos sexuales durante recorridos nocturnos en los alrededores de la comunidad canadiense de St. Catherine, cerca de las Cataratas del Niágara.
Su reinado de terror pudo haber pasado desapercibido, hasta que Paul tuvo una pelea en la que golpeó a Karla con una linterna. Ella asustada llamó a la policía hacia su mundo color de rosa, en su aseado hogar de los suburbios y rompió en declaraciones frente a los incrédulos oficiales, contando el sórdido pasado con su pareja.
Reveló como su víctima adolescente Kristen French, de tan solo 15 años de edad, fue expuesta al infierno durante 13 días, en los cuales fue violada y torturada en repetidas ocasiones hasta que encontró la muerte. Su cuerpo desnudo fue descubierto en un camino vecinal solitario dos semanas después de desaparecer camino a su escuela.
Diez meses antes, el cuerpo de Leslie Mahaffy de 14 años de edad había sido recuperado de las profundidades de un lago, el mismo día en que los Teales contrajeron nupcias en junio de 1991. La joven asesinada había sido cortada en pedazos.
Algunos videocasetes fueron recuperados del hogar de los Teales en donde se mostraba a Karla en una orgía sexual de lesbianismo. "No hay sentencia que pueda imponer y sea adecuada para reflejar la repulsión que la comunidad siente por las muertes de dos jóvenes chicas que vivieron sus vidas sin ningún reproche a los ojos de la comunidad", dijo el juez Kovacs con un semblante desencajado ante una Karla Teale vestida en forma glamurosa.
Los angustiados padres de las chicas asesinadas lloraban y se consolaban unos a otros en la corte mientras se revelaba las terroríficas horas finales de sus hijas. La madre de Leslie, Debbi Mahaffy, quebró su voz mientras hablaba en el tribunal "No quiero volver a ver otra imagen de los restos del cuerpo de mi hija en una bolsa. Cada vez que escucho la historia siento que mi hija muere de nuevo. Esto es una experiencia muy dolorosa y difícil. Fue muy difícil venir a la corte en el cumpleaños de Leslie, hoy cumpliría 17 años." Las declaraciones habían logrado penetrar en la médula de los horrorizados habitantes de la comunidad de St Catherine.
La aparentemente perfecta pareja se había conocido en octubre de 1987, cuando Karla tenía 17 años y Paul era una pasante de contador de tan solo 23 años. Karla, hija de padres checoslovacos refugiados, había sido un modelo a seguir en la Sir Winston Churchill School en donde incluso se asoció a una sociedad secreta de mujeres - El club del diamante - advocada a conseguir maridos ricos.
Deslumbrada con regalos, cenas románticas con velas, se rindió ante los encantos de guapo Paul. Luciendo un anillo de diamantes de compromiso, Karla le enseñaba la fotografía de Paul a sus amigos cada vez que le preguntaban por él. Su boda fue ejemplar. La pareja llegó en una carroza jalada por hermosos caballos. En la recepción se sirvió Champagne y faisán, y la luna de miel se realizó en Hawái. "Son la fotografía de una pareja perfecta. Lucen fabulosos", comentó uno de los invitados.
Pero las fricciones comenzaron pronto en el matrimonio. Paul se vió envuelto en varias peleas y adquirió una reputación de tener un temperamento muy explosivo. Entonces, en enero, la policía llegó a su casa después de que Paul atacara a Karla. Un detective veterano reveló. "Ella mencionó que había muchas cosas que desconocíamos. Karla había sido atacada en ocasiones anteriores por su esposo y tenía mucho miedo de él. También mostraba signos de culpabilidad y arrepentimiento. Cuando comenzó a hablar, no podíamos creer lo que estábamos escuchando. La información que nos proporcionó era suficiente para obtener una orden de careo. Videos y otra evidencia mostraban a Karla Teale envuelta e implicaban seriamente a su esposo. Karla Teale nos llevó a creer que ella había sido forzada a participar en los asesinatos en un complot por parte de su esposo y que era totalmente manipulada por Paul. nos contó sobre sus bizarras impulsos sexuales que los llevaban hacia unos impulsos incontenibles por matar".
Mientras Paul esperaba su juicio, Karla había comenzado su sentencia mientras consagraba lo que el abogado de su esposo llamó, "un pacto con el diablo" para revelar todo lo que ella sabía acerca de los asesinatos. Se reabrieron los archivos de la muerte de Karla, Tammy, que murió a la edad de 15 años en la navidad de 1990, en la casa de la familia. Misteriosamente se encontró con la muerte ahogada en su propio vomito.
"Existen muchos más secretos que faltan por emerger", dijo un detective. "Paul and Karla Teale envolvían la misma esencia del mal". Ella pudo haber hecho cualquier cosa con su vida, pero lo tiró todo a la basura. Cuando los mirabas, era imposible pensar que ellos podrían llevar a cabo los crímenes que se les atribuían.
Toronto. Canadá. La destrucción de las cintas de video que recogían las torturas y violaciones de dos adolescentes antes de ser asesinadas por un joven matrimonio cierra uno de los capítulos más dramáticos de la historia criminal de Canadá.
Las cintas de video captaban todos los macabros detalles de las torturas y violaciones sufridas por Leslie Mahaffy y Kristen French (de 14 y 15 años, respectivamente) en 1991 y 1992, antes de ser asesinadas a manos del matrimonio formado por Paul Bernardo y Karla Homolka.
Las familias de las dos jóvenes salvajemente asesinadas lucharon durante años por la destrucción de las cintas de video y otro material gráfico ante el temor de que en algún momento su contenido fuese difundido a pesar de las órdenes judiciales en contra. Sus temores tenían un sólido fundamento. El escritor Stephen Williams, autor de "Invisible Darkness" ("Oscuridad invisible") -libro que describe los crímenes de Bernardo y Homolka- fue denunciado en 2000 porque la fiscalía consideró que algunos de los pasajes de su libro mostraban que el autor había visto las macabras cintas de video.
Aunque la fiscalía retiró los cargos contra Williams para evitar un juicio en el que las cintas de video habrían sido la prueba fundamental, lo que habría causado a las familias de las jóvenes asesinadas nuevas "angustias", el caso demostró que en algún momento las imágenes serían públicas.
Finalmente, el jueves, en el más absoluto secreto y en presencia de 20 testigos -todos abogados, policías y familiares de las asesinadas- las cintas de video, fotografías y otras pruebas del caso fueron incineradas una por una.
Entre los objetos destruidos se encontraban las sogas utilizadas por Bernardo y Homolka para maniatar a sus víctimas, un arcón al que estuvo amarrada Kristen antes de ser estrangulada, muestras de tejido humano y bloques de cemento en los que se encontraron partes del cuerpo de Leslie.
Las autoridades también hicieron desaparecer las fotografías de las autopsias, imágenes policiales de las escenas del crimen, la escalera de madera que conducía al sótano donde las jóvenes fueron retenidas y la sierra circular utilizada para desmembrar a las víctimas.
Una macabra lista que ha perseguido a los padres de Leslie y Kristen desde que en 1995 Bernardo fue condenado a cadena perpetua mientras que su mujer, Karla Homolka, obtuvo una controvertida sentencia de 12 años en prisión a cambio de testificar detalles de los crímenes contra su ya ex marido.
"La existencia de esos videos siempre amenazó con desenterrar a Leslie. Sentía que ella sería molestada una y otra vez y siempre sentí que ella nunca podría descansar en paz eterna", declaró Deborah Mahaffy, madre de Leslie, tras la destrucción de las cintas.
"Alivio no es la palabra adecuada -continuó Mahaffy- para describir los sentimientos ahora que han desaparecido. No hay palabras para describir lo que sentimos". Por su parte, Donna French, la madre de Kristen, explicó que ahora sentía una paz que no había experimentado desde que su hija desapareció en abril de 1992.

"Fue algo casi irreal porque hemos esperado esto tanto tiempo. No podía creerme lo que realmente estaba pasando hasta que vi por mi misma que estaban siendo destruidas", dijo French.
"Sigo pensando que era una de las últimas cosas que podía hacer por Kristen y espero que ahora ella pueda descansar en paz", añadió la madre de la víctima.
Entre 1991 y 1992, Bernardo y su esposa, Karla Homolka, entonces dos jóvenes recién casados de la localidad de St. Catharines -en el sur de Ontario-, secuestraron a las jóvenes y las sometieron a sesiones de extrema violencia y sexo antes de matarlas.
El perfil de los dos asesinos aumentó la repulsión de la sociedad canadiense por sus crímenes una vez que se conocieron los detalles de las muertes de las dos jóvenes.
Paul era un joven atractivo y popular que nunca había tenido problemas para mantener relaciones con mujeres y que trabajaba desde 1990 para una empresa de Toronto especializada en prendas de vestir, mientras que Karla, de 23 años, era una ayudante veterinaria, rubia y simpática.

AILEEN CAROL WUORNOS




 AILEEN CAROL WUORNOS
En la víspera de la Navidad de 1989, el cuerpo de un hombre llamado Richard Mallory fue encontrado en los bosques de Daytona Beach, en el estado de Florida. El cadáver tenía tres impactos de una pistola calibre 22.
Un año después, otros seis cuerpos asesinados en forma similar habían sido descubiertos. Todas las víctimas eran hombres de mediana edad que aparecieron muertos cerca de alguna ruta o camino. Todos habían sido robados y asesinados con una pistola calibre 22.
El FBI sospechó desde un comienzo que los crímenes habían sido perpetrados por una o dos mujeres con rasgos de asesinas en serie. El móvil de los homicidios, sin embargo, no estaba en absoluto claro.
En diciembre de 1990 se obtuvieron los primeros retratos hablados de la posible pareja de asesinas en serie. No pasó mucho tiempo antes que diversos testigos reconocieran en ellos a Tyria J. Moore, de 28 años de edad, y a Aileen Wuornos, de 34. Ambas vivían a la deriva en diversas localidades del estado de Florida y eran amantes.
Aileen Carol Wuornos había nacido en Rochester, Michigan, el 29 de febrero de 1956. Hija de padres adolescentes que se separaron meses antes de su nacimiento, Aileen quedó al cuidado de su madre, Diane, al igual que su hermano mayor Keith.
Pero la joven madre fue incapaz de criar a la niña, y en marzo de 1960, Aileen fue adoptada legalmente por sus abuelos maternos.
A los seis años de edad, en 1962, Aileen sufre severas quemaduras en el rostro cuando jugaba junto a su hermano y nueve años más tarde, queda embarazada de un padre que permaneció sin identificar, entregando a su hijo recién nacido a un hogar de Detroit. En esos mismos días, Aileen y su hermano dejan la casa de los abuelos, y ella empieza a trabajar en la calle como prostituta.
En 1974, usando el alias de Sandra Ketsch, Aileen Wuornos es encarcelada en Colorado por conducta impropia, conducir ebria y disparar una pistola calibre 22 desde un vehículo en movimiento.
En 1976, de vuelta en Michigan, Aileen es arrestada en Antrim County por golpear la cabeza de un barman con una bola de billar. Pocos días después, su hermano Keith muere de un cáncer en la garganta y Aileen hereda los 10 mil dólares de su seguro de vida. Con el dinero, se compra un auto nuevo y viaja a Florida en busca de una vida mejor.
Sin embargo en 1981 Aileen cae de nuevo en la cárcel, esta vez en Edgewater, Florida, por robar a mano armada una tienda. Sale de prisión 13 meses más tarde, en junio de 1983.
Su siguiente arresto, en mayo de 1984, se debe al intento de cobrar cheques falsos en un banco de Key West. Siguen detenciones por conducir sin licencia, robo de coche, resistencia al arresto, obstrucción a la justicia y por amenazar a un hombre con una pistola calibre 22 para robarle 200 dólares.
Es a fines de 1986, que Aileen Wuornos conoce a Tyria J. Moore en un bar de Daytona. Ambas se hacen amantes, y cuando después de un año de tortuosa relación la pasión se desvanece, siguen siendo inseparables amigas.
De ahí en adelante las andanzas delincuentes de la pareja se multiplican con asombrosa rapidez. Aileen recurre a varios nombres falsos y junto a Tarya suman incidentes de todo tipo con la policía, desde conducir sin licencia hasta amenazas telefónicas a empleados de supermercado.
Por 1989, Aileen Wuornos es una mujer de carácter agresivo y fácilmente irritable, que viaja siempre con una pistola en su bolso y que trabaja en forma esporádica en bares y paradas de camiones.
El 30 de noviembre de ese año, un electricista de 51 años de nombre Richard Mallory, conocido por su afición al alcohol y a las mujeres, es visto con vida por última vez. Al día siguiente su coche es encontrado en Ormond Beach, junto a su billetera, documentos personales, una botella vacía de vodka y varios condones.
El 13 de diciembre de 1989, el cuerpo de Richard Mallory es hallado en los bosques cercanos a Daytona Beach con tres disparos en el pecho efectuados por una pistola calibre 22.
Uno de los titulares aparecidos en la prensa mexicana, el cerco de su búsqueda se iba estrechando.
Esas pistas, sin embargo, no llevan a la policía a descubrir al culpable. El caso se archiva y permanece sin novedades hasta el 1 de junio de 1990, cuando un hombre desnudo es hallado muerto cerca de Tampa, con seis disparos de una pistola calibre 22. Cuando la policía lo identifica como David Spears, de 43 años de edad, ya ha aparecido un tercer cuerpo desnudo de un hombre de 40 años asesinado con nueve tiros de una calibre 22.
La cuarta víctima se llama Peter Siems y es un hombre de 65 años, que es visto por última vez cuando sale de su casa en Júpiter, Florida, para ir a visitar a unos parientes en Arkansas. Su coche aparece un mes más tarde, chocado y abandonado. Testigos cuentan a la policía que a bordo del auto iban dos mujeres, una rubia y otra de pelo castaño oscuro, y entregan información para realizar un retrato hablado. La mujer rubia iba herida, y una huella de su mano ensangrentada queda grabada en el auto.
Para noviembre de 1990, los hombres asesinados de forma similar en el estado de Florida ya son nueve. Los medios de comunicación siguen a estas alturas el caso de muy cerca, y presionan a las autoridades policiales para que asuman que se trata de dos asesinas en serie y publiquen sus retratos hablados, lo que ocurre a fines de ese mes.
En las tres semanas siguientes, la policía recibe cuatro llamadas telefónicas que identifican a las sospechosas como Tyria Moore y Lee Blahovec (uno de los tantos pseudónimos de Aileen Wuornos).
Mientras, para obtener algo de dinero, Aileen sigue vendiendo los objetos de valor que ha robado a sus víctimas. Es así como el 6 de diciembre, vende la cámara y el detector de radar de Richard Mallory en Daytona, y parte a Ormond Beach a vender una caja de herramientas que pertenecía a Spears.
El 9 de enero de 1991, Aileen Wuornos finalmente es detenida en un bar de Harbor Oaks. Al día siguiente Tyria Moore es conducida a la casa de sus hermanas en Pennsylvania, y acepta colaborar con la policía.
El 16 de enero, Aileen confiesa seis asesinatos, y alega que todos fueron cometidos en defensa propia, pues esos hombres intentaban violarla. Antes de que terminara ese mes, ella y su abogado venden los derechos cinematográficos de su vida.
El 27 de enero de 1992, un jurado declaró a Aileen Wuornos culpable de homicidio en primer grado y recomendó la pena de muerte. El 30 de enero de 1992 Aileen Carol Wuornos fue sentenciada a morir ejecutada. La pena se cumplió en el otoño de 2002.

JEFFREY LIONEL DAHMER




JEFFREY LIONEL DAHMER
Asesino en serie estadounidense cuyo perfil psicológico es prototípico del hombre carente de todo aquello que hace tolerable llevar una existencia normal. Su actitud negativa le impidió tener amigos, relaciones, trabajos, intereses, ocupaciones, dinero, esperanzas o simplemente un lugar dónde vivir. Nunca llegó a socializarse y su cavernoso interior emocional se fue degradando mientras llenaba ese enorme vacío de fantasmas.
Nació el 21 de mayo de 1960 en el hogar de un matrimonio problemático compuesto por un conocido investigador químico y una neurótica emotiva y autocompasiva. Era un niño tímido y solitario que temía el abandono y daba la impresión de estar desamparado.
El joven Jeffrey no hacía más que gritar pidiendo atención desde la temprana edad, aunque fuera subconsciente. Pero esos gritos no fueron oídos por unos padres demasiado absortos en sus propias guerras personales durante un amargo divorcio que dejó al niño con la sensación de ser abandonado.
Pronto se interesó por la anatomía animal. En el sótano de su casa guardaba un montón de huesos de conejos, pollos y otros animales, sintiendo gran curiosidad por verlos dentro de los animales vivos que manipulaba. Su familia cambió de vivienda seis veces antes de establecerse en 1968 en Ohio. La mayor parte de su infancia la pasó escondido en un cobertizo de madera en una colina cazando insectos en frascos y conservándolos en formol. Luego pasó a las ardillas, mapaches y otras piezas más grandes, transportando los cuerpos hasta el bosque, donde los dejaba pudrirse. Luego sumergía los restos en lejía para limpiar y blanquear sus huesos.
Su madre, tras una temporada en el hospital, tuvo que guardar cama por el resto de sus días por haber ingerido enormes cantidades de tranquilizantes y otras drogas, hecho que ensimismaría a Dahmer en un aislamiento inquebrantable.
A los once años ya hablaba de manera monocorde. Se convirtió en un solitario, balando como una oveja en el aula de clase o comportándose como un retrasado en las tiendas para llamar la atención de sus compañeros. También comenzó a beber y a masturbarse compulsivamente utilizando revistas para homosexuales o mirando las entrañas de los animales que cazaba. A los dieciséis años solía ir borracho a clase, donde tenía un solo amigo que era proveedor de marihuana y con quien se colocaba a diario. El joven se refería al alcohol como su ´medicina´, un tónico autorrecetado con la intención de calmar sus momentos de angustia. Y ese alcohol a su vez, alimentaba su inclinación hacia la excentricidad.
A los diecisiete años, tras observar un joven que a diario pasaba haciendo jogging delante de su casa, sintió un deseo desenfrenado de poseerlo. Como no se atrevía a abordarlo para entablar una conversación, optó por coger un bate de béisbol y se dispuso a esperarlo con la idea de atacarle cuando pasara, pero afortunadamente el joven dejó de ir a correr por esa zona, salvándose de haber sido una primera víctima del atormentado Jeffrey Dahmer.
Al año siguiente, su padre abandonó el hogar, y al poco tiempo, el 18 de junio, el chico se venga recogiendo en la carretera a un autoestopista, a quién llevó a su casa y asesinó, luego metió el cuerpo en un saco de basura y lo arrojó por un barranco.
Después de esto, entró en una crisis depresiva y renunció a seguir viviendo, pero su padre lo envió a la Universidad. Allí también fue rechazado por su contínuo estado de embriaguez, y en diciembre de 1978 su padre lo obliga a alistarse en el ejército, pero sus continuas borracheras no cesan. Al licenciarse va a vivir con su abuela, en donde muestra una posible reinserción, pues comienza a ir a la iglesia, a leer la Biblia e incluso reduce su dosis de alcohol y encuentra trabajo en una fábrica...
Pero poco le duró esa vena. Al poco tiempo comenzó de nuevo a masturbarse insistentemente e incluso robó un maniquí de una tienda, que le hacía las veces de compañero sexual. También empezó a frecuentar las saunas de Milwaukee, en donde se daban cita algunos homosexuales para tener relaciones anónimas e impersonales, pero le resultaba difícil conseguir la erección mientras sus parejas estaban despiertas, por lo que optó por drogarlos con somníferos antes de mantener una relación sexual. Después de esto, ninguno de sus amantes cuando volvían en sí querían volver a saber más de él, por lo que creyó más oportuno buscar un cadáver para satisfacer sus instintos sexuales.
Esa misma noche, tras asistir al funeral de un joven de dieciocho años, fue a desenterrarlo al cementerio, pero no lo consiguió por que el suelo estaba congelado debido a las bajas temperaturas.
En septiembre de 1986 es arrestado por exhibicionismo indecente y desembocó a su primer análisis psicológico, siendo diagnosticada una personalidad peligrosa.
Un año después mataba por segunda vez. Esta vez se trataba de un joven negro al que ofreció una bebida dopada. Dahmer se despertó al día siguiente encima de un cuerpo ensangrentado, pero afirma no recordar nada de lo que pasó aquella noche. Lo que sí revive es cómo tras levantarse mete el cadáver en el armario y sale a comprar una gran maleta para trasladar el cuerpo a casa de su abuela. Allí cuenta que lo guardó en el sótano y lo desmembró, envolviendo la cabeza en una manta y guardándola en una estantería para hervir más tarde el cráneo y blanquearlo.

Después de eso, Dahmer comienza a matar siempre que tenía ocasión. Seguía el mismo modus operandi: primero el flirteo ofreciendo dinero a cambio de sexo, luego les ofrecía bebida con somnífero y finalmente los estrangulaba. Después de matar a su víctima se quedaba abrazando el cadáver, pensando en cómo conservar las cabezas y formar una especie de altar en la habitación adornado con los huesos.
Dahmer seguía la predecible pauta de los asesinos en serie. Empezó matando cautelosamente asustado por sus crímenes. Luego el ritmo aumenta y se convirtió en una máquina de matar más efectiva. Está más que demostrado que estos asesinos con el tiempo se vuelven arrogantes y despreocupados convencidos de que no pueden ser apresados por ningún ser mortal, creyendo tener máximo poder y autoridad sobre los demás.
Dahmer mostraba muchas características de asesino organizado: acechaba a sus víctimas, les engañaba para llevárselos a su apartamento con la promesa de dinero y favores y después de la muerte ocultaba las pruebas de los crímenes, pero también daba muestras de ser un criminal desorganizado: realizaba actos sexuales con sus víctimas después de la muerte, consumía su carne y sangre, las mutilaba y conservaba algunas partes como recuerdos. Esta mezcla de delincuente organizado y desorganizado es lo que se denomina un asesino ´mixto´.
En una ocasión, una de sus víctimas logró marcharse antes de que las drogas surtiesen efecto, y la policía efectuó un registro de la casa, pero afirmaron no haber hallado nada...
El 30 de enero de 1989 fue declarado culpable de atentado contra el pudor en segundo grado, por seducir a un menor de 13 años con propósitos indecentes, y antes de comenzar a cumplir la condena de un año de cárcel, mató otro joven, guardó el cuerpo en el cuarto de baño y para su mayor satisfacción sexual lo mutiló y le pintó el cráneo con aerosol.
En marzo de 1990 se trasladó a vivir a un deteriorado piso, en dónde adquirió una larga mesa y dos grifos de plástico para extender los cuerpos de sus víctimas. Allí tomaba fotos de sus amantes con una cámara Polaroid una vez muertos. Luego, congelaba los órganos, comía parte de la carne y hervía el resto en una enorme olla antes de echarlos en un gran contenedor de basura preparado con ácido.
Normalmente, el caníbal rajaba los cuerpos desde el cuello hasta la ingle frotando las vísceras para procurarse un mayor placer sexual, pero llegó un momento en que este placer no era suficiente y con sus víctimas pensó en crear ´zombis´ o muertos en vida que pudiera conservar sin que se deteriorasen, agujereando los cráneos e inyectándoles un líquido.
A veces se bañaba en compañía de los cadáveres. En la nevera guardaba los corazones, en el congelador las cabezas, en el fichero los cráneos y en la cama un cuerpo descompuesto. Así lo contaron los policías que registraron su casa horrorizados una vez que lograron arrestarlo el 23 de julio tras la denuncia de otra víctima que logró fugarse de su casa.
El joven, atado con unas esposas, había alertado a la policía diciendo que un hombre con un cuchillo le había amenazado con arrancarle y comerle el corazón.
Cuando la última víctima escapó de su apartamento en medio de la agresión, el asesino aguardó tranquilamente a que llegara la policía y no hizo ningún esfuerzo por destruir u ocultar la gran cantidad de pruebas que guardaba en su domicilio: centenares de fotografías de sus víctimas tanto muertas como vivas, cráneos y partes del cuerpo en bidones, cajas y en el congelador. Según su abogado, si no se había resistido es porque deseaba terminar con todo aquello. Deseaba ofrecer a la policía una declaración completa de lo que había hecho, puesto que no podía culpar a nadie salvo a él mismo.
Según Park Dietz, psiquiatra forense que actuó como consultor en el estudio sobre asesinos en serie del FBI, Dahmer encaja perfectamente en la subcategoría que se denomina ´marginal´: una persona propensa a la furia asesina si cree que está siendo abandonada, con una perversión capaz de realizar actos sexuales con la víctima una vez muerta. El desorden de esta personalidad marginal está marcada por el miedo al abandono y la incapacidad de tolerar el aislamiento o el aburrimiento. Una teoría habitual es que puede relacionarse con abusos en la infancia. La gente que teme el abandono puede sentirse ultrajada cuando alguien que desean que se quede va a marcharse. En este sentido, el asesino en serie normal llega a serlo por su carácter antisocial o por tener fallos de carácter y también a través de desviaciones sexuales, normalmente sádicas y necrofílicas.
Muchos niños que no reciben la atención que ansían en casa, la buscan en la escuela. Dahmer lo hizo con sus extravagancias y su comportamiento muchas veces cómico, pero terminó siendo marginado. No sólo se sintió fracasado en su casa, también en la escuela, en la Universidad y en el Ejército. Era evitado y humillado, puesto de lado. Eso debió dejarle con una terrible sensación de angustia y desamparo. Por ese motivo proyectó sus sentimientos sobre sus víctimas. Las humillaba, las descuartizaba y luego las dejaba de lado también.
El juicio comenzó el 27 de enero de 1992. Desde el principio quedó claro que le impulsaba un trastorno mental, a pesar de que él hacía todo lo posible por disimular su trastorno.
Dahmer se mostró tan sincero y cooperador como muchos otros asesinos en serie, sin embargo ni él mismo podía entender cómo había sido capaz de cometer todas aquellas atrocidades. Todos los presentes pudieron darse cuenta de hasta qué punto sus compulsiones y fantasías se habían apoderado de su mente, empujándole a seguir asesinato tras asesinato.
Después del veredicto habló por primera vez al tribunal diciendo ´Señor juez, todo ha terminado. Me siento muy mal por lo que hice a esas pobres familia y comprendo su merecido odio. Asumo toda la culpa por lo que hice. He hecho daño a mi madre, a mi padre y a mi madrastra, pero les quiero mucho.´
El Carnicero de Milwaukee fue sentenciado a un mínimo de 900 años, pero murió en la cárcel en 1994 asesinado a golpes por un recluso. Tras la noticia, los padres de Dahmer se pelearon por la posesión de su cerebro llegando incluso a enfrentarse ante los tribunales. La madre deseaba vendérselo a un hospital de investigación mental, mientras que el padre sólo deseaba enterrarlo lejos de todo el mundo y de su memoria. También los parientes de sus víctimas, representados por un abogado, consiguieron hacer negocio con los utensilios utilizados por el asesino para trocear y desangrar. Su nevera se subastó públicamente, al igual que todo tipo de cuchillos, sierras, picadoras y taladros.
Un grupo de ciudadanos de Milwaukee compró el lote completo con intención de montar un ´museo de los horrores´ para la atracción de los turistas, pero al final no se atrevieron a llevar a cabo el proyecto y destruyeron el macabro legado del caníbal.

LA FAMILIA DE SAWNEY BEANE




 LA FAMILIA DE SAWNEY BEANE
Sawney Beane nació en una familia granjera a las afueras de Edimburgo, cerca de la costa oeste de Escocia, en algún momento a finales del XVI.
Acompañado de su mujer, abandona el hogar siendo muy joven, e inician un viaje hacia el lado opuesto del país. En mitad de la travesía deciden ocultarse en una profunda caverna. La entrada era una pequeña grieta a través de la cual se extendía una cueva de alrededor de una milla.
Esta caverna le sirvió como hogar a los Beane durante los próximos veinticinco años.
Al principio subsistían de las pertenencias que habían robado a los distintos viajantes que fueron asaltados y asesinados. Pero pronto sus necesidades iban a ser más exigentes. El incesto era una práctica habitual en la caverna, de tal forma que se mantenían relaciones entre hermanos, padres, madres e hijos... La necesidad de comida iba en aumento, pues la familia seguía creciendo. La solución a sus problemas, la seguían encontrando en los viajantes que asaltaban, pero ésta vez transportaban el cadáver a la caverna, donde era devorado. Se aficionaron a la carne humana.
Durante 25 años estuvieron desapareciendo viajeros en las extensiones rocosas de Galloway; lo único que se encontraba de los desaparecidos eran restos, partes de los cuerpos halladas ocasionalmente en la costa, despojos que no solían consumir y arrojaban al mar.
Estos restos humanos suscitaban las más diferentes teorías. Una de ellas era que los viajantes podrían estar siendo atacados por una manada de lobos; sin embargo, ésta hipótesis no se sostuvo durante mucho tiempo pues no sólo desaparecían individuos que viajaban solos, sino que también se echaron en falta a grupos, en ocasiones atacaban a grupos de cuatro, cinco e incluso seis personas si iban a pie, eso sí, nunca a mas de dos si iban a caballo. Eran muy cuidadosos asegurándose las posibles vías de escape y nunca dejaban a nadie con vida. Otra explicación, era más descabellada: podría ser que los terrenos rocosos estuvieran habitados por hombres lobo o demonios.
Con el tiempo surgió otra hipótesis, alguno de los dueños de las posadas los debía ejecutar por las noches mientras dormían y enterrarlos en algún lugar aislado para no ser descubiertos. Esto ocasionó muchos juicios a inocentes que según la tradición de la época eran torturados hasta que se les arrancaba una confesión de culpabilidad y posteriormente eran ejecutados. Gran cantidad de posaderos inocentes fueron asesinados por este motivo y muchos otros abandonaron su trabajo por miedo a ser los siguientes. Esto ocasionó que la zona aún se volviese más desierta y el tránsito de mercaderes y viajeros descendiera.
Una tarde, un grupo de 30 personas regresaban a casa tras haber pasado el día fuera cuando escucharon unos gritos delante de ellos. Al llegar al lugar del tumulto se encontraron con un hombre que se defendía pistola en mano contra una banda de atacantes de aspecto salvaje. Cerca de él yacía su mujer en el suelo, destripada, mientras algunos de los atacantes le arrancaban pedazos de carne y se la comían cruda. Las mujeres del clan la habían cortado el cuello y bebían su sangre. El hombre temeroso de caer su misma suerte se defendía desesperadamente con su pistola así como con su espada contra una "jauría" de entre 25 y 30 hombres del clan. Los viajeros, atónitos, no podían creer lo que veían. Al ser descubiertos, el clan de los Beane huyó hacia las colinas. Ya existían pruebas sobre las misteriosas desapariciones. La persona que aportó el testimonio sobre lo ocurrido fue el marido superviviente del ataque. La historia llegó a oídos del rey James I de Inglaterra, el cual decidió tomar serias medidas: envió a 400 soldados acompañados de perros de caza a la zona; los perros hallaron rápidamente la entrada de la caverna, el fuerte olor a carne les facilitó la búsqueda.
Los soldados penetraron en la cueva siguiendo el pasadizo en forma de zigzag hasta llegar al hogar de los Beany. Allí encontraron a 48 personas: Beane y su mujer, sus 8 hijos, 6 hijas, 18 nietos y 14 nietas, fruto de los continuos incestos entre todos ellos. El lugar estaba lleno de brazos, piernas y demás miembros, amontonados unos sobre otros. Algunos trozos de carne habían sido salados, con intención de conservarlos para los siguientes meses.
Tras ser descubiertos, el rey los calificó como bestias salvajes no merecedoras de juicio alguno. Tanto Sawney como los 26 hombres del clan fueron torturados y desmembrados en público. Todo el proceso fue contemplado por las mujeres, a quienes les esperaba la hoguera.

JOHN WAYNE GACY




 JOHN WAYNE GACY.
El lector que a partir de ahora va a adentrarse en la historia real de John Wayne Gacy descubrirá que el mal humano se esconde en lugares todavía menos accesibles que una arteria cerebral colapsada, la que tenía Gacy desde que se cayera en el jardín de su casa cuando era niño y que, según algunos expertos, transformó su cerebro en una mente psicopática. Quizás el mal anide en las entrañas del alma de algunos hombres que parecen, pero sólo parecen, buenos.
No cabría otra forma de calificar a un ciudadano tan ejemplar como John. Era un eficaz hombre de negocios, dedicado plenamente a hacer crecer su empresa de albañilería y decoración, a cuidar de su casa, a amar a su segunda esposa y a cultivar las relaciones sociales. El tiempo libre siempre lo dedicaba a los demás: organizaba las fiestas vecinales más famosas del barrio, se vestía de payaso y amenizaba las tardes de los niños ingresados en el hospital local.
Incluso fue tentado por la política y se presentó como candidato a concejal. Y lo habría llegado a ser si no se hubiera cruzado en su camino el joven Jeffrey Rignall y su tenaz lucha por la supervivencia.
El 22 de mayo de 1978, Rignall decidió salir a tomar unas copas en alguno de los bares del New Town de Chicago. Mientras paseaba, ya de noche, un coche le cortó el paso. Un hombre de mediana edad y peso excesivo se ofreció para llevarle a la zona de bares más famosa del lugar. Rignall, osado, despreocupado, acostumbrado a viajar haciendo auto stop y, sobre todo, harto de pasar frío, aceptó la invitación sin sospechar que aquel hombre, en un descuido, le iba a atacar desde el asiento del conductor y a taparle la nariz violentamente con un pañuelo impregnado de cloroformo.
Lo siguiente que Rignall pudo recordar fue la imagen de su nuevo colega desnudo frente a él, exhibiendo una colección de objetos de tortura sexual y describiendo con exactitud cómo funcionaban y cuánto daño podrían llegar a producir. Rignall pasó toda la noche aprendiendo sobre sus propias carnes mancilladas una y otra vez la dolorosa teoría que su secuestrador iba explicando. A la mañana siguiente, el joven torturado despertaba bajo una estatua del Lincoln Park de Chicago, completamente vestido, lleno de heridas, con el hígado destrozado para siempre por el cloroformo, traumatizado… pero vivo. Tenía el triste honor de ser una de las pocas víctimas que escaparon a la muerte después de haber pernoctado en el salón de torturas de John Wayne Gacy. En sólo seis años, 33 jóvenes como él vivieron la misma experiencia, pero no pudieron contarlo. A veces, el camino hacia el mal es inescrutable, se esconde y aflora, parece evidente y vuelve a difuminarse. Toda la vida de Gacy resultó una constante sucesión de idas y venidas. Fue torpe en los estudios, se matriculó en cinco universidades y tuvo que abandonarlas todas; sin embargo, terminó su último intento de estudiar Ciencias Empresariales y se licenció con brillantez. Hasta llegó a ser un hábil hombre de negocios. Se enroló en cuantas asociaciones caritativas, cristianas y civiles pudo, pero mantuvo una oscura relación con su primera esposa, llena de altibajos y cambios de temperamento. Tuvo dos hijos a los que amó y respetó, sin que eso nublara un ápice su eficacia para atraer y matar a otros adolescentes. Resulta, incluso, paradójico que un hombre obeso y aquejado de graves problemas en la espalda fuera capaz de atacar, maltratar, matar y enterrar a jóvenes llenos de vigor. Pero lo hizo una y otra vez, hasta en 33 ocasiones.
Pero si fue doloroso encontrar los cadáveres de 33 jóvenes incautos, peor resultó saber que su asesino ya había dado muestras de lo que era capaz de hacer. Poco después de casarse por primera vez, comenzaron a circular insistentes rumores sobre la tendencia de Gacy a rodearse de jóvenes varones. Rumores que sus vecinos vieron confirmados cuando el amable John fue acusado formalmente por un juez de violentar sexualmente a un niño de la ciudad de Waterloo. Él siempre sostuvo que las acusaciones no eran más que un montaje creado por el sector crítico de una de las asociaciones cívicas a las que pertenecía. Pero cuatro meses más tarde, la mesa del juzgado recibía la documentación de una nueva denuncia. La propia víctima del supuesto ataque sexual había sido apaleada. El agresor, un joven de 18 años con dudosa reputación, declaró que fue Gacy quien le pagó para escarmentar al niño que le acusaba. El caso estaba claro: Gacy fue sentenciado a 10 años de prisión en la penitenciaría de Iowa. La historia de un asaltador de menores parecía tocar felizmente a su fin…, cuando en realidad, no había hecho más que empezar. Incomprensiblemente, Gacy salió de la cárcel un año y medio después, aireando un indulto concedido en atención a su buen comportamiento y las "evidentes muestras de reforma dadas por el reo". El juez no tuvo duda de que aquel preso de 27 años se había transformado en otro hombre: lo que no supo hasta tres años después es que el nuevo John Wayne Gacy era aún peor. Gacy no sólo se las arregló para engañar al juez, también engañó a los vecinos de Sumerdale Avenue que lo acogieron en su segunda vida; a Lillie Grexa, una mujer divorciada y madre de dos hijos que se enamoró de él y aceptó su propuesta de matrimonio; a los clientes de una brillante empresa de reformas de albañilería que él mismo montó y, lo que es peor, a decenas de jóvenes varones que acudían a casa de Gacy bajo la promesa de un trabajo bien remunerado como albañiles.
La vida social del hombre que los fines de semana se vestía de payaso para entretener a los niños enfermos en varios hospitales subía como la espuma. Dos de sus fiestas más sonadas, una al estilo "vaquero" y otra hawaiana, llegaron a congregar en su casa a más de trescientas personas. Todas regresaron a sus domicilios comentando dos cosas: lo agradable que era aquel ciudadano regordete, bonachón y trabajador y lo mal que olía su jardín. Porque era la comidilla del barrio que un terrible hedor fluía por las calles cercanas a la casa de Gacy y su segunda esposa. Ésta estaba convencida de que bajo las cañerías de su casa había algún nido de ratas muertas. Él aseguraba que el olor se filtraba desde un vertedero cercano y siempre estaba posponiendo una supuesta visita al ayuntamiento para tratar de arreglar el problema.
Ningún vecino supo reconocer el tufo de los restos humanos, por eso, ninguno llegó a sospechar el acontecimiento que estaba a punto de sacudir la armoniosa vida de Sumerdale Avenue.
En diciembre de 1978, la madre del joven de 15 años Robert Piest empezó a impacientarse al ver que no regresaba del trabajo. El chico se ganaba un dinero extra ayudando en una farmacia, y estaba a punto de entrevistarse con un tal Gacy que le había ofrecido mejorar su situación si trabajaba como albañil para él. La desaparición de Robert fue puesta en conocimiento del teniente Kozenczak del departamento de policía de Des Plaines. Entre sus pesquisas, el agente hizo una llamada a Gacy, ya que su nombre aparecía entre los papeles del chico. Por supuesto, el ciudadano Gacy no acudió a la cita (se excusó diciendo que estaba enfermo), pero se presentó voluntariamente en la comisaría al día siguiente. Para entonces, el teniente se había encargado de estudiar el historial penal de aquel hombre (sentenciado e indultado por asaltar a un menor). Aunque Gacy negó cualquier relación con Piest, la policía logró una orden de registro de su domicilio en la que se incautó del más completo arsenal de instrumentos de tortura jamás visto en la región. Pocos días hicieron falta para lograr que Gacy confesara y entregara a la policía un detallado plano del jardín de su casa, en el que había marcado los lugares donde yacían los 33 cadáveres. En su declaración final, la vida del payaso asesino pareció sacada de una película de terror. Durante el juicio, Gacy aseguró que existían “cuatro John: el contratista, el payaso, el vecino y el asesino y constantemente respondía con las palabras de uno y de otro”. Lo que no pudo explicar fueron los motivos que le llevaron a dejar con vida al joven Rignall, cuya declaración sirvió para mandar al criminal a la camilla donde se le aplicó una inyección letal el 10 de mayo de 1994. Sus últimas palabras fueron: “¡Besadme el culo!” .

LUIS ALFREDO GARAVITO




LUIS ALFREDO GARAVITO
Luis Alfredo Garavito nació en Génova, Quindío, el 25 de enero de 1957. Es el mayor de siete hermanos y durante su infancia vivió la falta de afecto y el maltrato físico por parte de su padre. Según su testimonio fue víctima de abuso sexual.
A sus 44 años, fue declarado por los investigadores y jueces como un asesino en serie. Hace años cuando fue capturado confesó ser el autor de la muerte de 140 niños en distintas regiones del país, pero a la fecha la Fiscalía lo investiga por el homicidio de 172 niños en su paso por 59 municipios del país.
En repetidas ocasiones, Garavito Cubillos se hacía pasar por vendedor ambulante, monje, indigente, discapacitado y representante de fundaciones ficticias en favor de niños y ancianos era conocido también como “Alfredo Salazar”, “El Loco”, “Tribilín”, “Conflicto” y “El Cura”.
Las víctimas de Garavito eran niños entre los 6 y los 16 años, de bajo estrato económico. Los abordaba en los parques infantiles, canchas deportivas, terminales de buses, plazas de mercado y barrios pobres. Según lo establecido les ofrecía dinero y los invitaba a caminar hasta cuando los menores se cansaban y eran atacados en sitios despoblados.
De acuerdo con la investigación, en esos lugares los cuerpos sin vida de los menores fueron encontrados degollados, mutilados y con señales de haber sido amarrados. En las residencias de su compañera y de una amiga en Pereira se encontraron objetos similares a los hallados en los sitios de los crímenes y publicaciones periodísticas en las cuales se reseñaba el estado de las investigaciones por desapariciones y homicidios de niños en el país.
El 24 de junio de 1998 los cuerpos de tres niños de 9, 12 y 13 años fueron hallados sin vida en la finca La Merced, en Génova (Quindío), con evidentes signos de tortura y desmembración de algunas de sus extremidades. Los menores fueron vistos por última vez cinco días antes en el parque central del municipio en compañía de un adulto, quien al parecer les ofreció dos mil pesos a cada uno para que le ayudaran a buscar una res en fincas cercanas a Génova.
En un comienzo se orientó la investigación hacia la prostitución infantil, el satanismo, el tráfico de órganos y pedofilia. Con base en un cruce de información entre el CTI de Tunja, Armenia y Pereira se logró establecer que los casos de desaparición de menores en esas ciudades guardaban similitud, ante lo que se conformó un álbum con 25 fotografías de posibles sospechosos.
Mediante el cruce de información entre los diferentes equipos investigativos, se estableció que una de las fotografías del álbum con el nombre de Bonifacio Morera Lizcano correspondía a Luis Alfredo Garavito Cubillos, persona sobre quien pesaba una orden de captura de la Fiscalía 17 Especializada de Tunja por el homicidio de un niño de 12 años de edad.
El 22 de abril de 1999, miembros del Cuerpo Técnico de Investigación de la Fiscalía capturaron en Villavicencio a Luis Alfredo Garavito Cubillos, en momentos que intentaba agredir sexualmente a un menor. Su plena identificación se logró mediante cotejo dactiloscópico.
Gracias a las pruebas recogidas por la Fiscalía y a su propia confesión, Garavito Cubillos resultó ser el responsable no sólo de la muerte del menor de Tunja sino también del homicidio de los tres niños de Génova y de otros 172 crímenes cometidos contra menores en 11 departamentos del país, entre 1992 y 1998.
De los 172 casos judicializados, 138 tienen fallo condenatorio, 32 están en instrucción, uno en apelación y uno está para sentencia. Las condenas suman 1.853 años y nueve días, no obstante, en la ley colombiana existe una figura conocida como unificación de penas, que dice que cuando un reo está condenado por múltiples procesos estos no son acumulables, se juntan y se le condena por el delito más grave, que en este caso significa una condena de 52 años. Pero como Garavito confesó y además colaboró con la justicia, tiene derecho a beneficios y rebajas que pueden ser hasta de una tercera parte de la condena. Y como es un preso “modelo” tiene derecho a un día de rebaja por cada tres días de trabajo o estudio.
En una entrevista concedida al periodista Guillermo Prieto Larrotta (Pirry), y trasmitida por el canal Colombiano RCN el 11 de Junio de 2006 Garavito negó haber violado a sus víctimas; en este mismo trabajo periodístico dicho asesino aseguraba que había cometido los crímenes por supuestas órdenes del diablo y su "rehabilitación" del asesino tras convertirse en miembro de una Iglesia Pentecostal, los esfuerzos que ha hecho por salir libre cuanto antes.
Según la justicia Colombiana Luis Alfredo Garavito pese a ser considerado por muchos como el segundo mayor asesino en serie del mundo podría estar en libertad en 2010. Acto a la que responden otras personas como una acción descabellada y poco coherente ya que sostienen que si Garavito mató una vez, lo hará de nuevo.
Según la noticia de RCN, hay otro proceso a Garavito por otro asesinato en el Valle del Cauca, por el cual tendría que responder judicialmente de manera independiente a sus anteriores crímenes y por el que podría ser nuevamente sentenciado. A esto hay que añadir que el gobierno de su país vecino, Ecuador, ha pedido formalmente la extradición de este asesino en serie por los crímenes que perpetró en su territorio y por los que tiene intención de juzgarle según las leyes de su país.
Por estos motivos es más que probable que este criminal termine sus días entre rejas a pesar de que en su país no existe la cadena perpetua.

CONTADOR GLOBAL DE ENTRADAS


Estadisticas de visitas

ClickComments