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sábado, 18 de febrero de 2012

La naturaleza sustancial del magnetismo Helena P. Blavatsky


La naturaleza sustancial del magnetismo


Helena P. Blavatsky


Tomado de “Sophia” Noviembre y Diciembre 1895

Rogamos a los Materialistas que atacan a los Ocultistas y Teosofistas, porque creen que cada Fuerza (así llamada) de la Naturaleza tiene su origen en un Noumeno sustancial, una Entidad consciente e inteligente, ya sea un Dhyan Ohohan Planetario o un Elemental, que se fijen primero en una corporación mucho más peligrosa que la Sociedad Teosófica. Nos referimos a la Sociedad que existe en los Estados Unidos de
América, cuyos miembros se llaman a sí mismos Sustancialistas.
La tenemos por peligrosa, porque esa asociación, combinando en su seno el Cristianismo dogmático de la Iglesia, o sea el elemento antropomórfico de la Biblia, con las ciencias exactas, convierte, sin embargo, en esclavas del primero a estas últimas. Esto equivale a decir, que la nueva organización conducirá a las generaciones venideras en su dogmatismo fanático -si es que triunfa- al antropomorfismo más irremediable. Y
lo conseguirá tanto más fácilmente en nuestra época adoradora de la ciencia, cuanto que una corriente de innegable ilustración ha de contribuir a vigorizar la creencia en un dios humano gigantesco, ya que sus hipótesis, semejantes a las de la ciencia materialista moderna, pueden fácilmente formularse, de modo que sirvan su objeto particular. Las clases educadas y pensadoras de la sociedad, una vez rotos los lazos de la esclavitud clerical, podrían reírse de los datos científicos de un San Agustín o de un «venerable» Beda, que les obligaran a sostener, basándose en la autoridad y en la letra muerta de aquello que consideraban como una Revelación, que nuestra Tierra, en vez de ser una esfera, era plana y estaba colgada en el espacio debajo de un dosel cristalino, tachonado con brillantes clavos de cobre y un sol no mayor de lo que aparece. Mas estas mismas clases se verán siempre obligadas por la opinión pública a respetar las hipótesis de la ciencia moderna, sea cual fuese la dirección en que las lleve la naturaleza de la especulación científica. Desde el siglo pasado se las ha conducido al materialismo grosero; puede conducírselas de nuevo en una dirección opuesta. El ciclo ha terminado; y si la ciencia cae alguna vez en manos de la oposición -los sabios «Reverendos» y los
hombres de Iglesia fanáticos- puede el mundo irse aproximando gradualmente al foso de la parte opuesta y caer en tiempo no lejano en un grosero antropomorfismo. Una vez más habrían rechazado las masas la verdadera filosofía, la imparcial y antisectaria, y se verían de nuevo prisioneras en las redes urdidas por ellas mismas: fruto y resultado de la reacción creada por una época de negación constante. El ideal sublime de un Noumeno del Espíritu universal, infinito, omnipresente, de una Divinidad impersonal y absoluta, se borrará de, la mente humana una vez más, para ceder el paso al DIOS MONSTRUO de las pesadillas de los sectarios.
Ahora bien; la ciencia oficial moderna se compone al presente de un cinco por ciento de verdades y hechos axiomáticos innegables, y de un noventa y cinco por ciento de pura especulación. Además, se ha expuesto ella misma a interminables ataques, merced a sus numerosas hipótesis contradictorias entre .sí, aunque tan científicas al parecer unas como otras. Por otra parte, los Sustancialistas que se enorgullecen de contar en sus filas a algunos de los hombres de ciencia más eminentes de los Estados Unidos, han descubierto y acumulado, sin duda, un gran número de hechos destinados a echar por tierra las teorías modernas sobre la Fuerza y la Materia; y una vez comprobada la exactitud de sus datos en ese conflicto entre la Ciencia materialista y una religión más materialista aún, no es difícil prever el resultado de la batalla ya próxima: la Ciencia
moderna será vencida. No puede negarse la Sustancialidad de ciertas Fuerzas de la Naturaleza, porque es un hecho del Kosmos. No hay Energía o Fuerza sin Materia; no hay Materia sin Fuerza, Energía o Vida, aunque esté latente. Pero esa Materia última es la Sustancia o el Noumeno de la materia. Así, pues, caerá por tierra la cabeza del Idolo de oro; de la verdad científica, pues descansa sobre pies de arcilla. No habríamos de deplorar ese resultado, si no fuese por sus inmediatas consecuencias: la cabeza de oro será la misma, sólo que quedará reemplazado su pedestal por otro tan débil y tan deleznable como el actual. En lugar de apoyarse en el Materialismo, se apoyará la ciencia en la superstición antropomórfica, si los Sustancialistas ganan la batalla. Porque en vez de atenerse a la filosofía sola, cultivada con espíritu de absoluta imparcialidad, tanto los materialistas como los partidarios de lo que tan pomposamente llaman «Filosofía del Sustancialismo», trabajan guiados por la  preocupación y con un propósito fijado de antemano, y ambos amoldan los hechos a la medida de sus respectivos caprichos. Los hechos son los que por fuerza han de amoldarse a sus teorías, aun a riesgo de mutilar la inmaculada naturaleza de la Verdad.
Antes de presentar al lector algunos extractos sacados de la obra de un Sustancialista
-pues esos extractos revelan la verdadera naturaleza de las afirmaciones de la «Filosofía Sustancial» mejor que podría hacerlo cualquiera revista crítica- no es nuestra intención seguir más adelante, ya que, en realidad, muy poco tenemos que ver con aquellos, y no queremos gastar palabras respecto a sus pretensiones. No obstante, como sus ideas acerca de la naturaleza de las Fuerzas físicas y de los fenómenos, se asemejan de modo singular - sólo en algunos puntos - a las doctrinas ocultas, nuestra intención es utilizar sus argumentos, respecto al Magnetismo en primer lugar. Estos no pueden rebatirse, y podemos así derrotar a la ciencia exacta con sus propios métodos de observación y
con sus propias armas. Sólo conocemos hasta ahora las teorías de los Sustancialistas por sus escritos. Es posible que, exceptuando la gran divergencia que existe entre nuestras respectivas creencias sobre la naturaleza de las «causas productoras de los fenómenos»
- empleando el término singular que aplican a las fuerzas físicas- exista poca diferencia
entre nuestras opiniones acerca de la naturaleza sustancial de la Luz, del Calor, de la Electricidad, del Magnetismo, etc, etc; tan solo, quizás, haya una diferencia en la forma y términos usados. Ningún teosofista, sin embargo, aceptaría expresiones como las empleadas en la Nueva Doctrina; por ejemplo: «Si son ciertos sus principios, entonces cada fuerza o forma de la Energía conocidas por la ciencia, debe ser una Entidad sustancial» . Porque, si bien las pruebas del Dr. Hall respecto a ser el fluido magnético algo más que un «modo de movimiento» son irrefutables, existen, sin embargo, otras «fuerzas» cuya naturaleza es completamente distinta. No obstante, como intentamos demostrar en este artículo la sustancialidad del magnetismo -ya sea animal o físico- sacaremos ahora de la revista Scientific Arena (Julio 1886) los mejores argumentos
que jamás han salido a luz contra las teorías materialistas de la ciencia moderna.
«El admitir por un momento que una sola fuerza de la naturaleza -como el sonido, la luz o el calor- no sea otra cosa más que el movimiento vibratorio de la materia, ya sea que el cuerpo material se encuentre sumamente atenuado, como en el caso del supuesto éter, o menos atenuado, como en el caso del aire, o sólido, como tratándose de una barra de hierro candente, es ceder a las rancias afirmaciones del materialismo toda la analogía de la naturaleza y de la ciencia en favor de una vida futura para la Humanidad. Bien lo saben los sabios materialistas de este país y de Europa; y así temen la propagación y aceptación general de la Filosofía Sustancial, comprendiendo que, desde el momento en que las escuelas reconozcan y enseñen que las fuerzas de la naturaleza son entidades sustanciales reales, y en que las doctrinas -hoy en boga- del modo de ser del movimiento con relación al sonido, la luz, el calor, etc., se abandonen, desde aquel momento mismo, su profesión materialista habrá muerto para siempre. . .
»Por lo tanto, el fin que se propone este artículo, a más de reiterar y reforzar el objeto general del argumento, en la forma que fue presentado el mes pasado, es demostrar que la fuerza, per se, es una sustancia inmaterial, y de ningún modo un movimiento de partículas materiales.
De este modo nos proponemos hacer resaltar la absoluta necesidad que tienen los sabios cristianos de adoptar en todas partes los amplios principios de la Filosofia Sustancial, y de hacerlo en el acto, si quieren destruir el ateísmo materialista en este país o defender lógicamente la religión por medio de la analogía científica, y probar así la existencia
sustancial de Dios, tanto como la probable existencia sustancial del alma humana después de la muerte. Se les presenta ahora la ocasión de hacerlo con éxito y de dar fuerza victoriosa a los argumentos sacados de la Escritura, por medio del testimonio favorable de la naturaleza misma.
»Podríamos elegir como piedra de toque de la nueva filosofía o del sustancialismo, cualesquiera de las varias formas físicas de la fuerza; mas para evitar en lo posible los circunloquios y los detalles de innecesarias explicaciones en esta demostración fundamental y superior, elegimos aquello a que ningún sabio en el mundo entero se atreverá a negar la cualidad de fuerza natural representativa, o sea lo que se llama forma de energía, a saber: el magnetismo. Esta fuerza, por la manifestación sencillísima y directa de sus fenómenos, al trasladar cuerpos ponderables distantes del imán, sin que haya sustancia tangible alguna que relacione al imán con ellos, es a propósito para nuestro objeto; pues ha resultado ser el gran enigma físico para los filósofos modernos partidarios de la teoría de la forma de movimiento, tanto en este país como en Europa.
»Aun para los físicos más célebres que viven actualmente, como son Helmholtz, Tyndall, Sir William Thomson y otros, la misteriosa acción del magnetismo, bajo cualquier aspecto que pueda presentarla la ciencia moderna, ofrece, sin duda alguna, un problema en extremo embarazoso para sus inteligencias, simplemente porque, por desgracia, jamás han vislumbrado los principios fundamentales de la Filosofía Sustancial, que tan claramente descubre el misterio.
»A la luz de esos principios, un pensador de la talla de Sir William Thomson, en vez de enseñar, como lo hizo en su discurso inaugural acerca de los cinco sentidos ante el Instituto de Midland, en Birmingham, Inglaterra, que el magnetismo no era otra cosa más que el movimiento molecular, o, según expresión suya,  “la calidad de la materia” o “la rotación de las moléculas” del imán, hubiera visto en el acto la falta completa de relación de causa y efecto entre semejantes moléculas movibles del imán (admitiendo que se muevan), y el hecho de alzarse la masa de hierro a distancia.
»Es más que extraño que hombres tan inteligentes como Sir William Thomson y el profesor Tyndall, no hayan llegado hace tiempo a la conclusión de que por fuerza debe ser el magnetismo una cosa sustancial, aunque invisible e intangible, cuando de ese modo tiende sus mecánicos pero invisibles dedos hasta cierta distancia del imán, y atrae o repele una pieza de metal inerte! Que no hayan visto la absoluta necesidad de semejante conclusión, como la única explicación concebible de los efectos mecánicos producidos, y la incompatibilidad manifiesta de otra suposición cualquiera. es uno de los resultados extraordinarios de la influencia de las falsas teorías actuales de ]a ciencia, que ciega y desconcierta a inteligencias natura]mente lógicas y profundas; siendo extraño "que hombres semejantes queden satisfechos, al suponer que las vibraciones pequeñísimas y locales de las moléculas y átomos del imán (necesariamente limitadas a las dimensiones del acero mismo), puedan llegar a cualquier distancia fuera de éste, y atraer o repeler de ese modo una barra de metal, venciendo su inercia; todo lo cual  predispone a perder todo respeto por lo que se refiere a la sagacidad y profundidad de las inteligencias de aquellos nombres eminentes en la ciencia. De todos modos, esta falta manifiesta de perspicacia en los físicos modernos, pide a voz en grito a los hombres jóvenes de este país y de Europa, que piensen por sí mismos sobre las materias relativas a la ciencia y la filosofía, y no acepten cosa alguna bajo la simple palabra o la mera aprobación de cualquier nombre célebre.
»Otra anomalía muy extraña. que se ,refiere a los físicos a quienes hemos aludido, es la siguiente: mientras se les escapa la inevitable necesidad de una sustancia real de alguna especie que, saliendo de los polos del imán y relacionándose con el pedazo de hierro, lo eleve, produciendo así un resultado físico, que de ningún otro modo podría verificarse, están prontos a admitir la intervención de un éter universal (sustancia nada
necesaria en la Naturaleza ), para producir la luz sobre la tierra como simple movimiento, y amoldarlo así a las supuestas ondas sonoras del aire. De esta manera, gracias a la pura invención de una sustancia material innecesaria, han tratado de convertir en modos de movimiento no sólo la luz, el calor y el magnetismo, sino todas las demás fuerzas de la Naturaleza, sin más motivo que el de haber sido el sonido considerado erróneamente como un modo de movimiento por sabios anteriores. Y ¡cosa
extraña! A pesar de que ese supuesto éter es tan ajeno a nuestros sentidos, y tan desconocido en cualquiera de los procedimientos familiares a la química o mecánica, como lo es la sustancia que forzosamente ha de emanar de los polos del imán para apoderarse de la barra de hierro y levantarla, los físicos, no obstante, admiten satisfechos el primero, no habiendo exigencia científica alguna ni en la tierra ni en otra parte, que lo imponga, mientras se empeñan en no reconocer al último, que es absolutamente necesario para producir los resultados observados! ¿Se ha visto jamás falta semejante de lógica en una teoría científica?
»Analicemos este asunto más a fondo. Si la mera rotación de las moléculas del acero del imán, puede producir un efecto mecánico a distancia sobre un trozo de hierro, aun a través del vacío, según afirma Sir William Thomson, ¿por qué no había de producir la rotación de las moléculas del Sol la luz a distancia, sin que el espacio intermedio esté lleno de una especie de sustancia material gelatinosa 'de rigidez enorme' que se convierte en ondas? Toda inteligencia capaz de pensar científicamente, ha de darse cuenta de que el hacho de la primera invención de un éter universal 'material', 'rígido' e inerte, como causa esencial de la luz a distancia de un cuerpo luminoso, fue uno de los derroches de ingenio mecánico más inútiles que jamás llevó a cabo el cerebro humano, si es cierta la doctrina de Sir William Thomson, de que la simple rotación de las moléculas del imán levanta una barra de hierro a distancia. ¿Por qué no ha de poder
la rotación de las moléculas del Sol producir tan fácilmente la luz a distancia?
»Si por mera desesperación contestasen los filósofos partidarios del modo de movimiento, que el éter que llena el espacio entre el imán y el pedazo de hierro, es puesto en estado de vibración por las moléculas giratorias del acero, y que así levanta el hierro a distancia, sería todavía peor.
Si la vibración material del imán de acero, que escapa por completo a la observación, se comunica a una barra distante por medio de una sustancia material y sus movimientos vibratorios, que tampoco son observables, ¿acaso no resulta evidente que sus efectos sobre la barra debieran ser del mismo carácter mecánico, es decir, no observables? ¡En vez de esto, el hierro se levanta y se ve claramente, yeso sin que se observe vibración alguna, como sucedería en el caso de una gelatina vibratoria, como se pretende que es el éter! Además, el hecho de alzarse materialmente una masa ponderable, es incompatible por completo con la simple vibración, por poderosa y visible que sea, según todos los principios conocidos de la mecánica. Debiera bastar el sentido común para que cualquier hombre se convenciese de que la simple vibración, por poderosa y sensible que sea, no puede atraer ni impeler cosa alguna. Imposible es concebir la producción de semejante resultado, a menos que intervenga algún agente sustancial que, saliendo del imán, se apodere del hierro, y atrayéndolo por fuerza, lo haga variar de sitio. Cualquier otra suposición equivaldría a la pretensión de atraer un bote a la orilla de un lago, sin cuerda alguna ú otra cosa sustancial cualquiera que nos uniese a aquel. No pretenderá el mismo Sir William Thomson que el bote pueda atraerse recibiendo una vibración molecular desde la orilla, ni siquiera produciendo una trepidación visible en el agua, como tan lógicamente demostró el Dr. Hamlin en su reciente y notable trabajo acerca de la Fuerza. (Véase Microcosm, vol. V, pág. 98.)
»Bien conocido es el hecho de que un imán levanta un trozo de hierro, precisamente a la misma distancia, a través de varias capas de cristal, tal y como si no se interpusiesen éstas. El reconocido ateo Mr. Smith, de Cincinnati, Ohio, a quien nos referimos en nuestros escritos sobre el Sustancialismo en el Microcosm (vol. III, págs. 278 y 311), quedó completamente confundido ante esta exhibición de la fuerza sustancial del magnetismo, obrando a distancia a través de planchas impenetrables de cristal.
Cuando colocamos una cantidad de agujas y clavos sobre la plancha, y pasamos los polos del imán debajo de ésta, haciéndoles mover con el imán, vio por primera vez en su vida la operación de una sustancia real ejerciendo un efecto mecánico, al mover de su sitio cuerpos ponderables de metal independientemente de toda condición material, y sin relación material posible o paso libre entre el origen y el término de semejante agente sustancial. y admirándose, dijo: si esto es así, ¿acaso no podría haber un Dios sustancial, inteligente e inmaterial, y no podría yo poseer un alma sustancial, pero inmaterial, capaz de existir separadamente de mi cuerpo después que éste haya muerto?
»Preguntó entonces si estábamos seguros de que no penetrase la fuerza magnética por los poros invisibles de la plancha de cristal, y por lo tanto, de que no fuese esa fuerza más que una forma refinada de la materia. Nos ayudó entonces a llenar la plancha de agua hirviendo, sobre la cual pudiese flotar una cartulina con agujas colocadas sobre ella; a fin de interponer entre aquellas y el imán, el menos poroso de todos los cuerpos
conocidos. Mas no se observó la menor diferencia, moviéndose la cartulina con sus agujas de aquí para allí, conforme se movía el imán debajo de las planchas y del agua. Esto bastó  aun a ese materialista, tan crítico como cándido, y confesó que en su filosofía atea existían entidades sustanciales pero inmateriales.
»He aquí, pues, el argumento concluyente, por el cual demostramos que el magnetismo, una de las fuerzas de la naturaleza, y un buen representante de todas las fuerzas naturales, no sólo es una entidad real, sustancial, sino una sustancia absolutamente inmaterial (1), confirmando así nuestra clasificación original de las entidades del Universo, en sustancias materiales e inmateriales.
»I -Si no fuese el magnetismo una sustancia real, no podría levantar un trozo de metal a distancia del imán, de igual modo que no podría nuestra mano alzar un peso sin la existencia de alguna relación sustancial entre ambos. Es una verdad evidente por sí misma y un axioma de la mecánica, que ningún cuerpo puede mover a otro a distancia sin un medio real sustancial que ponga a ambos en relación, por intervención del cual tiene lugar el resultado; de otro modo, habría un efecto mecánico sin causa, absurdo evidente en filosofía. Por la tanto, la fuerza del magnetismo es una entidad verdadera y sustancial.
»II -Si no fuese el magnetismo una sustancia inmaterial, en ese caso todo cuerpo prácticamente no poroso, interpuesto entre el imán y el objeto atraído, impediría, hasta cierto punto al menos, el paso a la corriente magnética, lo cual no sucede. Si fuese el magnetismo una forma de materia muy refinada o atenuada, y dependiese su paso a través de otros cuerpos materiales de los imperceptibles poros de éstos, entonces es evidente que resultaría alguna diferencia por lo que respecta a la facilidad de su paso y a la fuerza atractiva consiguiente del imán distante, por razón de la gran diferencia de porosidad de los distintos cuerpos puestos a prueba, como sucedería, por ejemplo, soplando con fuerza a través de una red formada de alambres, que según presentase mayores o menores intersticios, ofrecería una resistencia en proporción inversa. Pero en el caso de esa sustancia magnética, no resulta diferencia alguna en la energía de su atracción mecánica sobre una pieza de hierro distante, cualquiera que sea el número de las capas de cristal, goma o de otra materia prácticamente no porosa que se interpongan, así como si no se interpone sustancia alguna, excepto el aire, y aunque se experimente en un vacío perfecto. Siempre tiene la atracción exactamente la misma fuerza, y mueve
la pieza de hierro colocada a la misma distancia de ella en todos los casos, por precisos y delicados que sean los instrumentos con los cuales se haga la experimentación.”
Los pasajes arriba citados, son positivamente incontestables. Respecto a lo que se refiere a la fuerza o fluido magnético, los sustancialistas han acertado innegablemente, y su triunfo lo aplaudirán con alegría todos los Ocultistas. Imposible es, en verdad, explicar de otro modo, más que admitiendo un fluido magnético material o sustancial, los fenómenos del magnetismo, bien sea terrestre o animal. Hasta algunos sabios no lo niegan -ya que Helmholtz cree que la electricidad debe ser tan atómica como la materia- (Helmholtz, “Faraday Lecture”); y a no ser que la ciencia se halle dispuesta a separar la fuerza de la materia, no vemos cómo pueda sostener por mucho tiempo su posición.
Pero de ningún modo abrigamos la misma seguridad respecto a otras fuerzas -en lo que se relaciona con sus efectos; siendo fácil a la filosofía Esotérica el encontrar argumentos para combatir todas las suposiciones de los Sustancialistas, por ejemplo, respecto al sonido. Como el día en que la nueva teoría ha de combatir al Ocultismo se aproxima,
quizás convenga anticipar las objeciones y concluir con ellas desde ahora.
La expresión “Sustancia inmaterial” empleada más arriba en relación con el magnetismo es muy singular, y además se contradice a sí misma.
Si en vez de decir que “no sólo el magnetismo. . . es una verdadera entidad sustancial, sino una sustancia absolutamente inmaterial” , hubiese aplicado el autor esa definición a la luz, al sonido, o a cualquier otra fuerza en sus efectos, nada tendríamos que decir, excepto observar que el adjetivo “suprasensible” pudiera haberse aplicado mejor a cualquier fuerza que la palabra “inmaterial” (2). Mas el decir esto del fluido magnético es un error, puesto que es una esencia perfectamente perceptible a cualquier clarividente, bien sea en la oscuridad -como en el caso de las emanaciones ódicas- o a la luz, cuando se practica el magnetismo animal.
Siendo, pues, un fluido en un estado suprasensible, materia aún, no puede ser “inmaterial”; y la expresión se convierte en el acto en ilógica y sofística. Tocante a las otras fuerzas, si por “inmaterial” se entiende sólo aquello que es objetivo, pero que traspasa el límite de nuestros sentidos o percepciones normales presentes, perfectamente; pero entonces, sea lo que fuere lo que puedan significar con ello los Sustancialistas, nosotros, Ocultistas y Teosofistas, nos oponemos a la forma en que expresan su idea. La sustancia, dícennos los diccionarios y enciclopedias filosóficas,
es aquello que forma la base de los fenómenos externos, el substratum, el asunto o causa permanente de los fenómenos, ya sea material o espiritual; aquello a que las propiedades son inherentes; aquello que es real en oposición a lo que tan sólo es aparente, especialmente en este mundo de maya. Es, en una palabra, la única Esencia real. Mas las Ciencias Ocultas, si bien llaman a la Sustancia el noumeno de toda forma material, explican que ese noumeno es, sin embargo, materia: sólo que perteneciente a otro plano. Aquello que para nuestras percepciones humanas es noumeno, para los Dhyan Chohan es materia. Según explicó nuestro ilustrado hermano vedantino, Subba Row: Mulaprakriti, el primer aspecto universal de Parabrahma, su Velo Kósmico, cuya esencia es para nosotros impenetrable, es para el Logos «tan material como lo es cualquier objeto para nosotros». (Notas sobre el Bhagavad Gita). Por consiguiente, ningún Ocultista definiría la Sustancia como “inmaterial” in esse.
De todos modos, la palabra sustancia es un término confuso. Podemos llamar “sustancial” a nuestro cuerpo, a un mono o a una piedra, como a cualquier cosa fabricada. Llamamos “Esencia”, por lo tanto, más bien al material de los cuerpos de aquellas Entidades -los Seres suprasensibles en los cuales creemos, y que existen, pero a quienes la ciencia y sus admiradores consideran como un contrasentido supersticioso, llamando ficciones lo mismo a un dios “personal” y a los ángeles de los Cristianos, que a nuestros Dhyan-Chohans, o a los Devas, “Hombres Planetarios”, Genios, etc., etc., de los kabalistas y Ocultistas.
Pero jamás soñarían estos últimos en llamar Entidades, los fenómenos de la Luz, del Sonido, del Color, de la Cohesión, etc., como hacen los Sustancialistas. Definirían esas fuerzas como efectos perceptibles, puramente inmateriales, externamente, de CAUSAS sustanciales y esenciales, internamente: al último término o al origen de las cuales se encuentra una ENTIDAD, cuya esencia cambia con la del Elemento (3) a que pertenece.
(Véase “Mónadas, Dioses y Atomos”, del volumen I de la Doctrina Secreta, libro II). Tampoco puede confundirse al Alma con las FUERZAS, que se hallan sobre un plano de percepción completamente distinto. Choca, por lo tanto, a un Teosofista, el ver que los Sustancialistas incluyen tan antifilosóficamente el Alma con las Fuerzas.
»Habiendo basado nuestro argumento en las analogías claramente definidas de la Naturaleza», el editor de la Arena Científica, escribe en un artículo titulado “La Evidencia Científica de una Vida Futura” lo que sigue:
»Si son ciertos los principios del Sustancialismo, entonces, según en ellos se demuestra, cada fuerza o forma de energía conocida de la ciencia debe ser una entidad sustancial. Hemos tratado, además, de demostrar que si se probase de un modo concluyente que una forma de fuerza es una existencia sustancial u objetiva, el dejar de suponer que todas las fuerzas o causas productoras de los fenómenos de la naturaleza también
son entidades sustanciales, sería separarse evidentemente de la razón y de la lógica. Mas si pudiese demostrarse claramente que una forma de la fuerza física o una sola causa productora de algún fenómeno, como el calor, la luz o el sonido, no es más que el simple movimiento de partículas materiales, y no una cosa o una entidad sustancial, entonces por analogía racional y por la uniformidad armónica de las leyes de la Naturaleza, todas las demás fuerzas o causas productoras de fenómenos, bien sean
físicas, vitales, mentales o espirituales, habrían de quedar comprendidas en la misma categoría de modos de vibración, y no de entidades de partículas materiales. En tal caso resultaría que lejos de ser el alma, la vida, la mente o el espíritu, una entidad sustancial que pudiera constituir el fundamento de una esperanza en una existencia inmortal después de la vida presente, debería, según el materialismo, y como simple movimiento
de las partículas del cerebro y de los nervios, dejar de existir cuando esas partículas físicas cesen de moverse después de la muerte.»
¡¡El ESPÍRITU, una Entidad sustancial!!  No pretenderá en tal caso el Sustancialismo que en serio se le considere como una filosofía. Pero leamos los argumentos hasta el fin. ¡Aquí encontramos un justo ataque al Materialismo herido por la misma afirmación antifilosófica! . . .
»De la declaración anterior acerca de los principios fundamentales de la ciencia materialista en lo que se refiere a la negación de la existencia del alma después de la muerte, sacamos la conclusión lógica de que ningún filósofo cristiano que acepte las doctrinas corrientes sobre el sonido, la luz y el calor, como que son sólo modos de vibración molecular, podrá contestar jamás al razonamiento analógico del materialista contra la inmortalidad del hombre. Insistimos, como ya tantas veces hemos hecho, en que ninguna teoría posible puede combatir semejante razonamiento materialista, o hallar una contestación a ese gran argumento de Haeckel y Huxley contra el alma como entidad y su posible existencia separada del cuerpo, excepto la doctrina del Sustancialismo, que con tanta lógica sostiene que el alma, la vida, la mente y el espíritu, son necesariamente fuerzas sustanciales o entidades por las analogías de la ciencia física; a saber, la naturaleza sustancial de todas las fuerzas físicas, la g ravedad, la
electricidad, el magnetismo, la cohesión, el sonido, el calor etc., incluidos.
«Esta posición inexpugnable del Sustancialista, hija de la analogía lógica, basada en la uniformidad armónica de las leyes y fuerzas de la Naturaleza, constituye el baluarte de la fiilosofía Sustancial, y debe, por la naturaleza misma de las cosas, ser el baluarte más poderoso de ese sistema. Si el edificio del Sustancialismo, así fundado y fortificado, pudiese ser invadido y saqueado por las fuerzas del materialismo, entonces
nuestros trabajos durante tantos años continuos, resultarían nulos. Decid, si queréis, que los ejércitos del Sustancialismo queman así los puentes que dejaron tras ellos. Sea. Preferimos la muerte a la capitulación o a la retirada; porque si no puede esta posición fundamental mantenerse ante las fuerzas combinadas del enemigo, entonces todo estará perdido, el materialismo habrá ganado la batalla, y la muerte será el aniquilamiento
eterno de la raza humana. En esta ciudadela central de principios nos hemos atrincherado, pues, para sobrevivir o perecer, y aquí amparados por esta muralla de diamante, hemos acumulado todos nuestros tesoros y municiones de guerra, y si las agnósticas hordas de la ciencia materialista desean apoderarse de ellos, empleen su más poderosa artillería. . .
“¡Qué tiene de extraño, pues, que cuando los materialistas reconocen lo desesperado de su situación, y tan fácilmente comprenden el verdadero alcance de este argumento de analogía fundado en la naturaleza sustancial de las fuerzas físicas, nos veamos obligados a razonar con Sustancialistas declarados, presentándoles argumento tras argumento, a fin de demostrarles que no son tales Sustancialistas, en el verdadero sentido de la palabra, mientras excluyan de la categoría de las entidades sustanciales, una sola fuerza de la naturaleza o una sola causa productora de fenómenos naturales!
“Un ministro protestante, conocido nuestro, habla con entusiasmo del triunfo final de la Filosofía Sustancial, y se vanagloria de ser Sustancialista; pero se niega a incluir el sonido entre las fuerzas y entidades sustanciales, aceptando virtualmente así la teoría ondulatoria. En nombre de la lógica, ¿qué podría contestar este ministro a otro Sustancialista que insistiese en la belleza y verdad del Sustancialismo, pero que no
quisiese incluir la luz ? ¿Y a otro que no incluyese el calor, o la electricidad, o el magnetismo, o la gravedad? ¡Todos ellos, no obstante, son buenos “Sustancialistas”, partiendo del mismo principio, como también es buen Sustancialista aquel que separa el sonido de la categoría sustancial, pretendiendo 'todavía al mismo tiempo ser un Sustancialista ortodoxo! ¿Por qué no suprimen la fuerza vital, la fuerza mental y la fuerza espiritual de la lista de entidades, convirtiéndolas así, como la fuerza del sonido (según afirman los materialistas), en simple vibración de partículas materiales, y no reivindican aún su derecho a llamarse buenos Sustancialistas? Haeckel y Huxley podrían aspirar entonces a ingresar en la iglesia del Sustancialismo.
«La verdad es que el ministro capaz de admitir por un momento siquiera que el sonido consiste tan sólo en el movimiento de las partículas del aire, y que por lo tanto, no es una entidad sustancial, es un materialista en el fondo, aunque inconsciente de la impetuosa y lógica corriente que hacia la destrucción científica le arrastra. Todos hemos oído hablar de la obra «Hamlet » , con exclusión del Príncipe de Dinamarca. Cosa
parecida le pasaría al Sustancialismo excluyendo la cuestión del sonido y abandonando la teoría de la acústica al Materialismo. (Véase nuestro artículo sobre el Significado de la Discusión respecto al Sonido, The Microcosm, vol. V, pág. 197) .
Simpatizamos con el “ministro” que se niega a incluir el Sonido entre las “Entidades Sustanciales”. Creemos en FOHAT, pero difícilmente nos referiríamos a su Voz y Emanaciones como a «Entidades», aunque son producidas por un choque eléctrico de átomos y por repercusiones que originan el Sonido y la Luz. No recibiría la ciencia mejor a nuestro Fohat que al Sonido o las Entidades de la Luz de la “Filosofía Sustancial.”
Pero al menos, tenemos la satisfacción de que, una vez claramente explicado, resultará Fohat más filosófico que las teorías materialistas o sustancialistas, respecto a las fuerzas de la Naturaleza.
¿Cómo puede aquel que pretenda poseer un modo de pensar científico y psicológico, hablando del Alma y especialmente del Espíritu, colocarlos al mismo nivel que los fenómenos físicos de la Naturaleza, y esto en un lenguaje únicamente aplicable a hechos físicos? Hasta el mismo profesor Bain, considerado como «monista, creyente en la aniquilación», confiesa que «los estados mentales y corporales son completamente opuestos» (4).
Así, la conclusión directa a que pueden llegar los Ocultistas y los Teosofistas, al menos según la prueba que a primera vista les proporcionan ciertos escritos que ninguna filosofía puede rechazar al presente, es la de que la Filosofía Sustancial, que vino al mundo para combatir a la ciencia materialista y matarla, la sobrepuja inconmensurablemente en materialismo. Ni Bain, ni Huxley, ni siquiera Haeckel, confundieron jamás hasta tal punto los fenómenos mentales y físicos. Al mismo tiempo, los «Apóstoles del Materialismo» se encuentran sobre un plano filosófico superior al de sus adversarios. Porque el cargo que se les dirige de enseñar que el alma es «el simple movimiento de las partículas del cerebro y de los nervios», es falso, pues jamás enseñaron cosa semejante. Pero aun suponiendo que tal fuese su teoría, resultaría acorde con la del Sustancialismo, puesto que este último nos asegura que el Alma y el Espíritu, así como todas «las causas productoras de los fenómenos», bien sean físicos, mentales o espirituales, si no so las considera como ENTIDADES SUSTANCIALES, «deben ser incluidas en la misma categoría de modos de movimiento que no son entidades de partículas materiales.»
No sólo es todo esto lastimosamente vago, sino que casi carece de sentido. La inferencia de que el aceptar las teorías científicas admitidas acerca de la luz, del sonido y del calor, etc., equivaldría a aceptar el movimiento de las moléculas del alma, seguramente apenas merece discutirse. Es perfectamente cierto que treinta o cuarenta años atrás, Büchner
y Moleschott trataron de demostrar que la sensación y el pensamiento son un movimiento de la materia. Mas un inglés, partidario de la doctrina de la aniquilación, bien conocido por cierto, declaró que eso era “indigno del nombre de filosofía”.
Ningún hombre de verdadera reputación científica o de alguna nota, ni Tyndall, lluxley, Maudsley, Clifford, Bain, Spencer o Lewis, en Inglaterra, ni tampoco Virchow, ni Haeckel en Alemania, llegaron jamás hasta el punto de decir: “El pensamiento es un movimiento de las moléculas”. Su única contienda con los partidarios de la existencia del alma, consistía y consiste en que mientras sostienen los últimos que el alma es la causa del pensamiento, ellos (los hombres de ciencia) afirman que el pensamiento es concomitante de ciertos procesos físicos que tienen lugar en el cerebro. Ni tampoco han dicho nunca (los verdaderos hombres de ciencia y filósofos, aunque sean materialistas) que fuesen idénticos el pensamiento y el movimiento nervioso, sino que son «los lados subjetivo y objetivo de la misma cosa».
Buena autoridad y ejemplo respecto a este punto es John Stuart Mill, que rechaza aquella acusación. Porque, hablando del método rudo y grosero empleado para intentar resolver la sensación en el movimiento nervioso (tomando como ejemplo el caso de las vibraciones nerviosas obrando sobre el cerebro, que son el lado físico de la percepción de la luz), dice. . .
“al término de todos esos movimientos, hay algo que no es movimiento, hay un sentimiento o una sensación del color”. Por consiguiente, es perfectamente exacto el decir que “el sentimiento de que habla aquí Stuart Mill, sobrevivirá aún a la admitida teoría ondulatoria acerca de la luz o del calor, como modo de movimiento.” Porque la última se funda en una especulación física, y la primera se inspira en la filosofía eterna, aunque de modo imperfecto, por resentirse de materialismo.
No atacamos tanto a los materialistas a causa de sus Fuerzas sin alma, como por su negación de la existencia de todo “portador de Fuerza”, el Noumeno de la Luz, de la Electricidad, etc. Acusarles de no hacer diferencia entre los fenómenos mentales y los físicos, es igual a confesar que se ignora sus teorías. Los negadores más eminentes son hoy día los primeros en admitir que la PROPIA CONCIENCIA y el MOVIMIENTO «se encuentran en los polos opuestos de la existencia» . Lo que hemos de zanjar entre
nosotros y los IDEALISTAS materialistas- paradoja viviente, dicho sea de paso, personificada ahora por los más afamados escritores sobre filosofía Idealista en Inglaterra- es la cuestión de si aquella conciencia se experimenta sólo en relación con moléculas orgánicas del cerebro o no. Nosotros decimos que el pensamiento o la mente es quien pone las moléculas del cerebro físico en movimiento; ellos niegan a la mente toda existencia independiente del cerebro. Pero aun así, no llaman al asiento de la mente
“una construcción molecular”, sino dicen que es el principio mental -el centro o la base orgánica de la mente en manifestación. Que es ésta la verdadera actitud de la ciencia materialista, puede demostrarse, recordando al lector las confesiones de Mr. Tyndall en sus Fragments of Science; porque desde la época de sus discusiones con el Dr. Martineau, la actitud de los materialistas no ha cambiado. Esta actitud no ha sufrido alteración, a no ser que coloquemos a los Hylo-Idealistas al mismo nivel que Mr. Tyndall, lo cual sería absurdo. Tratando la cuestión del fenómeno de la conciencia, cita el gran físico esta pregunta de Mr. Martineau: “Un hombre puede decir 'yo siento, yo pienso, yo amo'; mas, ¿cómo interviene la conciencia en el problema?”; y contesta del modo siguiente: “El paso desde la físico del cerebro a los hechos correspondientes de la conciencia es inimaginable. Admitimos que un pensamiento definido y una acción
molecular tienen lugar simultáneamente en el cerebro; no poseemos el órgano intelectual, ni al parecer rudimentos algunos del órgano que nos permitan pasar del uno a la otra, por medio del razonamiento. Aparecen juntos, pero no sabemos por qué. Si nuestra mente y sentidos fueran tan vastos, tan potentes y luminosos que nos permitiesen ver y sentir las moléculas mismas del cerebro; si fuéramos capaces de seguir todos sus movimientos, todas sus agrupaciones, todas sus descargas eléctricas, si las hay; y si conociésemos íntimamente los estados correspondientes del pensamiento y de la sensación, nos encontraríamos igualmente lejos de la solución del problema. ¿Cómo se hallan relacionados estos procedimientos físicos con los hechos de la conciencia ? El abismo entre las dos clases de fenómenos continuaría siendo intelectualmente infranqueable.”
Así, pues, parece que hay mucha menos discrepancia entre los ocultistas y la ciencia moderna, que entre los primeros y los sustancialistas.
Estos confunden lastimosamente las fases subjetivas con las objetivas de todos los fenómenos, la cual no hacen los hombres de ciencia, a pesar de que limitan lo subjetivo tan sólo a los fenómenos terrestres. En este punto han escogido el método cartesiano respecto de los átomos y de las moléculas; nosotros somos partidarios de las antiguas creencias filosóficas primitivas, tan intuitivamente percibidas por Leibnitz. Nuestro sistema puede, pues, llamarse lo que era: “Espiritualista y Atomista.”
Los sustancialistas hablan con gran desdén de la teoría vibratoria de la ciencia. Pero ti menos que prueben que sus opiniones pueden explicar también como aquélla los fenómenos, llenando, además, los presentes vacíos de las hipótesis modernas, no tienen derecho a emplear semejante tono. Como todas esas teorías y especulaciones son tan sólo provisionales, mejor es que no nos ocupemos de ellas. La ciencia ha hecho maravillosos descubrimientos en el aspecto objetivo de todos los fenómenos físicos. En
donde realmente se equivoca, es cuando percibe sólo en la materia -esto es, en la materia que conoce- el alfa y la omega de todos los fenómenos.
El rechazar, sin embargo, la teoría científica de las vibraciones del sonido y de la luz, es exponerse al ridículo tanto como los hombres de ciencia, cuando rechazan los fenómenos físicos y objetivos espiritistas, atribuyéndolos al fraude. La ciencia ha determinado y probado con exactitud la rapidez de la marcha de las ondas sonoras, y ha imitado artificialmente -fundándose en la transmisión del sonido por estas ondas- la voz humana y otros fenómenos acústicos. La sensación del sonido -la respuesta de los
sentidos a un estimulante objetivo (vibraciones atmosféricas)- es un asunto de conciencia: y llamar al sonido una “Entidad” en este plano, es objetivar del modo más ridículo un fenómeno subjetivo, que, después de todo, no es más que un efecto -el extremo inferior de una sucesión de causas.
Si el Materialismo lo atribuye todo a la materia objetiva, y no puede ver el origen y las causas primarias de las Fuerzas, tanto peor para los materialistas; pues sólo demuestra la limitación de sus propias facultades de ver y oir, limitación que Huxley reconoce, puesto que según confesión propia, no puede determinar los límites de nuestros sentidos, y, sin embargo, confirma su tendencia materialista, localizando el sonido tan sólo en las células de materia y en nuestro plano de sensación. Véase el gran biólogo empequeñeciendo nuestros sentidos y los poderes del hombre y de la Naturaleza en su lenguaje ultra poético usual. Oídle (según lo cita Sterling en Concerning Protoplasm) hablar de “el silencio maravilloso de un bosque tropical al medio día”, el cual, “después de todo, sólo es debido a la torpeza de nuestro oído; y si éste pudiera percibir solamente los murmullos de los diminutos maelstroms al girar en las innumerables miríadas de células vivas que constituyen a cada árbol, nos aturdiría como el ruido de una gran ciudad.”
Además, ahí están el teléfono y el fonógrafo para echar por tierra toda teoría que no sea la vibratoria, por más materializada que haya sido. Por tanto, el intento de los sustancialistas «de demostrar la falsedad de la teoría ondulatoria del sonido, según se enseña universalmente, y de presentar el bosquejo de la teoría sustancial de la acústica, no puede tener resultado. Si demostrasen que el sonido no es un modo de movimiento en su origen, y que las fuerzas no son las meras cualidades y propiedad de la materia, inducidas y producidas, en, por y a través de la materia bajo ciertas condiciones, obtendrían un gran triunfo. Pero ya sea como sustancia, como materia o como efecto, el sonido y la luz nunca podrán ser divorciados de sus modos de manifestación por medio de vibraciones; pues toda la Naturaleza oculta o subjetiva, es un movimiento continuo perpetuo de vibraciones VORTIJINOSAS.



NOTAS

(1) Esto es emplear una palabra muy errónea. Véase el texto. – H.P.B.
(2) El empleo de los términos “materia o sustancia existente en condiciones suprasensibles” o “estados suprasensibles de la materia” evitaría una severa pero justa crítica, no sólo por parte de los hombres de ciencia, sino por parte de cualquier persona de mediana ilustración que conozca el valor de los términos.
(3) Inútil es recordar de nuevo al lector, que por Elementos no deben entenderse el aire, el agua y la tierra compuestos, que están presentes a nuestras percepciones terrestres y sensibles, sino los Elementos noumenos de los Antiguos.
(4) Además, los Sustancialistas llaman Espíritu a aquello que llamamos la mente (Manas), y así es el Alma, quien, entre ellos toma el lugar de ATMA ; en una palabra, confunden el vehículo con el Conductor interno.




Artículo aparecido originbalmente en “Lucifer” de Setiembre de 1891.


El Ciclo Se Mueve Helena Blavatsky



El Ciclo Se Mueve


Helena Blavatsky


Publicado en “Lucifer” de Marzo 1890





Que el mundo grandioso gire para siempre a lo largo de los
surcos espirales del cambio.
Tennyson

La meta de ayer, será el punto de partida de mañana.
Carlyle


Louis Claude de Saint Martin, el gran místico del siglo XVIII y ardiente discípulo de Jacob Boehme, en las postrimerías de su vida solía decir: "Me hubiera encantado reunirme más con los que especulan sobre las verdades, ya que sólo ellos son seres vivos."
Esta observación sobreentiende que, exceptuando al círculo limitado de místicos que siempre ha existido en toda edad, al final del siglo pasado las personas con una intuición psíquica eran aun menos que hoy. En realidad, a estos años los caracterizaba una completa ceguera del alma y una esterilidad espiritual. En el siglo XVIII, la oscuridad caótica y la confusión babilónica acerca de los asuntos espirituales, que siempre habían
reinado en los cerebros excesivamente repletos de simple saber científico, se impusieron incisivamente sobre las masas. La inopía de percepción anímica no se limitaba a los "Cuarenta Inmortales" de la Academia Francesa y ni a sus colegas europeos menos pretenciosos, sino que había infectado casi todas las clases sociales, asumiendo el aspecto de una enfermedad crónica llamada escepticismo y negación de todo, a
excepción de la materia.
Desde que los conquistadores paganos y cristianos en Europa elidieron los misterios, los únicos depositarios de la clave de los secretos de la naturaleza, los mensajeros que periódicamente se enviaban a occidente en el último cuarto de siglo, se tuvo la
impresión de que vinieron en vano en el XVIII. Sólo las novelas de moda atribuyen a Cagliostro y a St.Germain poderes fenomenales, mientras las crestomatías los describen como simples charlatanes para obnubilar, según creemos, las mentes de las generaciones futuras. Friedrich Anton Mesmer fue el único hombre cuyos poderes y conocimiento, la ciencia exacta hubiera podido fácilmente examinar, estableciendo un eslabón firme entre la física y la metafísica. Sin embargo, los más grandes "eruditos-ignorantes" europeos en asuntos espirituales, lo escarnecieron en la arena científica. Durante casi un siglo, de 1770 hasta 1870, en el hemisferio occidental bajó una densa
oscuridad espiritual como si quisiese establecerse entre las sociedades cultas.
Sin embargo, al promediar el siglo XIX, en América se abrió brecha una sub-corriente que atrevesó el Atlántico entre 1850 y 60. Siguiendo su flujo, apareció el maravilloso medium D.D.Home, capaz de efectuar manifestaciones físicas. Después de haber galvanizado la atención en los salones reales franceses, la luz se hizo inocultable. Ya algunos años anteriores a su advenimiento, "un cambio" estaba "revoloteando sobre el
espíritu del sueño" de casi toda comunidad civilizada en los dos mundos y ahora había activado una gran fuerza reactiva.
¿Qué era? Simplemente esto: una brisa que soplaba de un cuartel totalmente inesperado, surgió entre el más grandioso resplandor de la autosuficiencia de la ciencia exacta y el
coronamiento triunfante e incauto de la victoria sobre las ruinas de los fundamentos de las antiguas supersticiones y credos, como algún Darwinista había esperado con ansia y en medio de la calma de las negaciones. Al principio, el flujo significante era
un susurro casi imperceptible, un soplo de viento en la obencadura de un galeón orgulloso, el barco llamado "Materialismo", cuya tripulación estaba conduciendo felizmente a sus pasajeros hacia el vórtice de la aniquilación. Muy pronto la
brisa se vivificó y al final irrumpió como un ventarrón. A cada hora soplaba de manera más ominosa en el oído de los iconoclastas, convirtiéndose al final, en un estruendo audible para todos los que tenían oído para oír, ojos para ver y un intelecto para discernir. Era la voz interior de las masas, su intuición espiritual que se había despertado de un largo sueño cataléptico, la enemiga tradicional del frío raciocinio intelectual,
el padre legítimo del materialismo. Como consecuencia, todos esos ideales del alma humana que, por amplio lapso, los presuntos conquistadores de las supersticiones mundiales, los guías autoconstituidos, habían conculcado, aparecieron de repente en el medio de todos estos elementos en fermentación del pensamiento humano y, como Lázaro que se levantó de la tumba, elevaron su voz y, enfáticamente, demandaron ser
reconocidos.
La invasión de las manifestaciones del "Espíritu" causaron todo esto, cuando los fenómenos mediumnísticos asumieron un carácter endémico, esparciéndose por toda Europa como una influenza. Estos fenómenos, siendo genuinos y verídicos en su
ser y realidad, resultaron ser innegables a pesar de que su interpretación filosófica dejaba mucho que desear. Dado que su naturaleza trascendía cualquier negación, se consideraron como pruebas evidentes de vida en ultratumba, abriendo, además, una
amplia perspectiva para admitir toda posibilidad metafísica. Esta vez, los esfuerzos de la ciencia materialista para refutarlos fueron en vano. Las creencias de que el ser humano sobrevive después de la muerte y que el Espíritu es inmortal, no fueron ridiculizadas como el simple fruto de la imaginación. Desde luego, una vez probado que el carácter genuino de estos fenómenos trascendentales, sobrepasa el campo de la materia y
de la investigación de la ciencia física, se demostró que iban más allá del reino del materialismo. Además: ya sea que estos fenómenos contengan intrínsecamente, o no, la prueba de la inmortalidad, demuestran, de forma inequívoca, la existencia de
regiones espirituales invisibles, en las cuales operan otras fuerzas de las que la ciencia exacta conoce. Es suficiente atravesar, con un paso, la línea de la materia y el área del
Espíritu se hace infinita. Por lo tanto, las amenazas de ostracismo y contumacia, endilgadas a los que creían en los fenómenos, no eran más eficaces por la simple razón que al principio, las manifestaciones polarizaron la atención de casi toda la clase alta europea, convirtiendo a sus miembros en fervientes "espiritistas." Considerando el número de los creyentes en los fenómenos, podemos decir que, en un cierto
momento, el baluarte contra la poderosa oleada cíclica fue sólo un puñado de personas con ideas anticuadas y proclives a rezongar y a negarlo todo.

Una vez más se demostró que la vida humana se despoja de su sentido y significado superior si la privamos de todos sus ideales y creencias mundanas aceptadas por la antigüedad filosófica y culta, empezando por Sócrates, Platón, Pitágoras y los neo-
platónicos alejandrinos. Los ideales del mundo jamás podrán extinguirse completamente. Desterrados por los padres, serán recibidos con los brazos abiertos por los hijos.
Y ahora vamos a rememorar como aconteció todo esto.
Como ya mencionamos, al promediar el siglo, en Europa se experimentó la reacción que en los Estados Unidos ya había acontecido. Los días de una rebelión contra el frío dogmatismo de la ciencia y las enseñanzas aun más glaciales de las escuelas de Büchner y Darwin, sobrevinieron en armonía con el tiempo preordenado y preestablecido de la ley cíclica. Nuestros lectores que nos acompañan desde más tiempo, recordarán el fluir de los eventos. Que tengan presente cómo el público y especialmente los prejuicios religiosos, detuvieron la oleada de misticismo durante sus primeros 12 o 15 años en América. Sin embargo, al final, irrumpió a través de todo dique artificial, inundando a
Europa. Empezó en Francia y Rusia y terminó en Inglaterra, el más lento de todos los países en aceptar nuevas ideas, aunque éstas nos comuniquen verdades antiguas como el mundo.
A pesar de toda oposición, muy pronto la oleada asumió el nombre de "Espiritismo" y ganó su derecho de ciudadanía en Gran Bretaña. Por muchos años reinó incontrastable. En realidad, sus fenómenos, sus manifestaciones psíquicas y mesméricas eran simplemente los pioneros cíclicos que anunciaban el renacimiento de la Teosofía prehistórica y el Gnosticismo oculto de los misterios antediluvianos. Estos son
hechos que ningún espiritista inteligente podrá negar ya que, en verdad, el espiritismo moderno es meramente un renacimiento prematuro de una Teosofía rudimentaria, mientras la Teosofía moderna es un renacimiento del antiguo Espiritualismo.
Así, las aguas de la gran inundación "Espiritual" no eran primordiales, ni puras. Cuando, merced a la ley cíclica, aparecieron por primera vez en Rochester, se dejaron a los expedientes ya las tramoyas aleves de dos chicas, para que los denominaran e interpretaran. Por lo tanto, cuando el dique fue demolido, estas aguas penetraron en Europa llevando consigo las escorias y los sedimentos procedentes de los antiguos
naufragios de las hipótesis y de las aspiraciones nebulosamente esbozadas, cuyos cimientos eran las declaraciones de estas chicas. Aún el afán con que, casi todas las clases cultas europeas recibieron el "Espiritualismo" y su gemelo, el "espiritismo",
entraña una lección estupenda a pesar de todas las trivialidades.
Así se pudo oír la voz de la conciencia pública en esta aspiración ferviente del Alma humana, en este vuelo irreprimible de los elementos humanos superiores hacia los
Dioses olvidados y el Dios interno. Fue una respuesta innegable e inequívoca de la naturaleza humana interior al materialismo de entonces, que triunfaba malignamente, esponjándose. Para sustraerse de éste, existía solamente otra forma de mal: el
adherirse al convencionalismo dogmático y eclesiástico de las religiones de estado. Era una protesta estentórea y enfática contra el materialismo y el dogmatismo religioso, un oscilar hacia el punto intermedio de los dos extremos, representados, a un lado, por la imposición, durante largos siglos, de un Dios personal de amor y compasión infinitas mediante los artificios diabólicos de la espada, el fuego y las torturas de la inquisición
y del otro, como reacción natural, por el reino de la negación completa de tal Dios en conjunción con un Espíritu infinito, un Principio Universal que se manifiesta como Ley inmutable.
La verdadera ciencia se había esmerado, sabiamente, para eliminar la esclavitud mental humana y su Dios ortodoxo y paradójico. Sin embargo, la pseudo-ciencia, valiéndose de su ergotismo, se propuso aniquilar toda creencia exceptuando aquella de la materia. Los que detestan el Espíritu del mundo, al negar un Dios en la Naturaleza, así como una Deidad extracósmica, han estado preparándose, durante muchos años, para crear una humanidad artificial y desalmada. Por lo tanto, es justo que su K arma les enviara una hueste de pseudo-"Espíritus" o Almas para obstaculizar sus esfuerzos. ¿Puede alguien negar que los mejores próceres de la ciencia materialista no han capitulado delante de la fascinación fatua que, a primera vista, tenía visos de prueba muy palpable de un Alma inmortal en el ser humano, (1) la presunta comunión entre los muertos y los vivos? (2) Aún, estas manifestaciones anormales, siendo, en su totalidad, genuinas y espontáneas, entusiasmaron y polarizaron la atención de todos los que entrañaban en sus almas la sagrada chispa de la intuición. Algunos se aferraron a ellas debido a la muerte de los
ideales, la demolición de los Dioses y de la fe en todo centro civilizado, causándoles una consunción espiritual. Otros las aceptaron porque, viviendo en medio de una perversión ergotista de cada noble verdad, prefirieron una tenue aproximación a la
verdad que la nada.
Sin embargo, ya sea que la gente creyera y siguiera el "espiritismo" o no, la evolución espiritual y psíquica del ciclo había ejercido una impresión indeleble sobre muchos y, estos ex-materialistas, jamás pudieron volver a sus ideas iconoclastas.
La profusión en constante ascenso de los místicos actuales es la mejor prueba de la innegable obra oculta del ciclo. Millares de hombres y mujeres que no pertenecen a ninguna iglesia, secta y sociedad, los cuales no son teósofos ni espiritistas, son
virtualmente miembros de la Hermandad Silente, cuyos componentes a menudo no se conocen; ya que viven en naciones diferentes. Sin embargo, cada uno lleva entre sus cejas la marca del misterioso sello Kármico, convirtiéndole en un miembro de
la Hermandad de los Electos del Pensamiento. No habiendo logrado satisfacer sus aspiraciones en las respectivas fes ortodoxas, se han separado de las iglesias en su alma si no en su cuerpo, dedicando el resto de sus vidas al culto de ideales más elevados y más puros que cualquier especulación intelectual pueda ofrecerles. Aunque son una pequeña minoría que uno infrecuentemente encuentra, su nombre es legión, si sólo
eligiesen presentarse abiertamente.
Estos hombres y mujeres dedicados, prefieren seguir a solas y sin ayuda, los vericuetos estrechos y espinosos que se extienden delante de aquél que no reconoce las autoridades, ni se postra frente a la hipocresía. Los impulsa la influencia de esa misma
búsqueda ardiente por la "vida en el espíritu y en la verdad", que insta a todo teósofo serio durante años de denigración moral y ostracismo público. Les mueve el idéntico descontento con los principios de la pura convencionalidad social moderna y el
desdén hacia el pensamiento de moda aun triunfante; el cual, apoderándose con irreverencia de los epítetos honrados de "científico" y "sin precedente", "pionero" y "liberal", usa esta prerrogativa a fin de subyugar a los pusilánimes y a los egoístas.
Pueden dejar en paz a los "señores Oráculos" del pensamiento moderno, así como a los personajes hipócritas que el tiempo ha desacreditado ya los laicos del convencionalismo eclesiástico embebidos de dogmas; aún entrañan, en el santuario silencioso
de su alma, los mismos grandes ideales de todos los místicos y son teósofos reales y no nominales. Los encontramos en todo círculo y clase social. Se enumeran entre artistas y escritores de novelas, en la aristocracia y la clase comercial, entre los más elevados y acomodados, así como entre los más bajos y pobres.
Entre los que se destacan en este siglo, mencionaremos al Conde L. Tolstoi, un ejemplo viviente y una de las señales de los tiempos en que vivimos, de la obra oculta del ciclo en constante movimiento. Escuchad, de la pluma de uno de los mejores autores de San Petersburgo, unos pasos de la historia de la evolución psico-espiritual de este aristocrático, L. Tolstoi, el escritor más grande de la Rusia moderna
[. . .] El autor ruso más famoso, "el pintor de las palabras", un escritor de realismo shakespeariano, un poeta pagano, el cual, bajo cierto punto de vista, en su producción literaria, rinde culto a la vida por la vida misma, en sí y por sí, según dicen los hegelianos y de repente cae en congoja sobre su hermosa paleta, absorto en pensamientos atormentadores y así empieza a someter a sí mismo y al mundo, los problemas más recónditos e insolubles. [. . .] El autor de "Los Cosacos" y "Felicidad Familiar", con atuendos de campesino y zapatos de cuerda, emprende un peregrinaje en búsqueda de la verdad divina. Se adentra en el bosque solitario ski! (una ermita
religiosa) de Raskolnikyi (un disidente, secta hasta la fecha hostigada y prohibida en Rusia). Visita a los monjes del Desierto de Optino, transcurriendo su tiempo ayunando y
rezando. Ha sustituido las bellas letras y la filosofía con la Biblia y las escrituras de los Padres de la Iglesia y como continuación de " Ana Karenina" ha creado sus "Confesiones" y "Explicaciones del Nuevo Testamento."
El hecho de que el Conde Tolstoi, no obstante su dedicación ardiente, no se convirtió en un cristiano ortodoxo, ni sucumbió a los estratagemas del espiritismo (como prueba su más reciente sátira sobre los mediums y los "espíritus") no le impide, en nada, ser un místico completo. ¿Cuál es la influencia misteriosa que, repentinamente, lo ha encauzado en esta extraña corriente sin casi ningún período de transición? ¿Qué idea o visión inesperada lo instó hacia esta nueva línea de pensamiento?
¿Quién puede saberlo, sino él mismo o esos verdaderos "Espíritus" que no lo ventilarán en una sección espiritista moderna?
Aún, el Conde Tolstoi no es un ejemplo aislado de la obra de ese misterioso ciclo de evolución psíquica y espiritual ahora en plena actividad. Un trabajo que, de manera silenciosa y desapercibida, pulverizará las estructuras más grandiosas y
magníficas de las especulaciones materialistas y en breve tiempo reducirá a la nada la obra intelectual de años. ¿Qué es esa Fuerza moral e invisible? Sólo la filosofía oriental puede explicarlo.
En 1875 nació la Sociedad Teosófica. Se presentó al mundo con la intención clara de convertirse en una aliada del movimiento espiritista, suplementándolo y ayudándolo en su aspecto más elevado y espiritual. Sin embargo, sólo logró convertir a los espiritistas en sus más acérrimos enemigos, los que la han perseguido y denostado incesantemente. Quizá dependa, principalmente, de que muchos de sus mejores representantes más intelectuales se adhirieron, cuerpo y alma, a la Sociedad Teosófica. En realidad, la Teosofía era el único sistema capaz de dar una racionalidad filosófica a los
fenómenos mediumnísticos y una lógica razón de ser. Es cierto que algunas de sus enseñanzas son incompletas e insatisfactorias. La causa de ésto es reconducible sólo a las imperfecciones de la naturaleza humana de los que la divulgan y a ninguna falta en el sistema mismo o en sus enseñanzas, las cuales hay que considerarlas más confiables que algunos dictados de ciertas "inteligencias"; ya que se sustentan en filosofías antiquísimas, en la experiencia de seres humanos y razas más cercanas a la fuente de las cosas que nosotros y en los anales de sabios que han interrogado, sucesivamente y durante incontables generaciones, la esfinge de la Naturaleza, la cual mantiene ahora sus labios cerrados con respecto a los secretos de la vida y de la muerte.
No importa que el intelecto y la conciencia de dichas "inteligencias" sean inducidos y artificiales, como suponemos o emanen de una fuente y una entidad personal. Aun las filosofías exotéricas de los sabios orientales, sistemas de pensamiento cuya majestuosidad y lógica pocos negarán, concuerdan en toda doctrina fundamental con nuestras enseñanzas teosóficas. En lo que atañe a esas criaturas llamadas y aceptadas como "Espíritus de los Muertos", porque ellas así se autodenominan, los espiritistas y sus mediums desconocen su verdadera naturaleza.
En el caso de los espiritistas más intelectuales, la cuestión permanece aún en suspenso. Ciertamente, no serán los teósofos quienes discreparán con ellos en su concepción más elevada de los Espíritus.
Como este artículo no se supone yuxtaponer los dos movimientos más significativos de nuestro siglo, ni debatir sus méritos o superioridad relativos; afirmamos, por lo pronto, que los hemos considerado sólo para polarizar la atención al reciente progreso maravilloso de este ciclo oculto. El enorme número de adherentes a la Teosofía y al espiritismo, dentro o fuera de nuestras respectivas sociedades, evidencia que ambos
movimientos eran el trabajo necesario o podríamos decir, Kármicamente preordenado, de la edad y cada cual nació en el momento         adecuado, cumpliendo con su misión tempestivamente. Sin embargo, existen otras señales de los tiempos en que vivimos mucho más significativas.
Hace algunos años publicamos una predicción según la cual, después de un breve ciclo de abuso y persecución, muchos de nuestros enemigos cambiarían la trayectoria, mientras otros, viendo cuán desesperanzadora era la situación, seguirían nuestro
ejemplo, instituyendo Sociedades místicas. La Teosofía, análogamente a Egipto, en la profecía de Hermes, fue acusada por "extranjeros impíos" (en nuestro caso los que no saben nada de ésta) de adorar monstruos y quimeras, enseñando "enigmas increíbles a la posteridad." Si nuestros "escribas e hierofantes sagrados" no vagan desamparados en la superficie terrestre, no es por mérito de los buenos sacerdotes y clérigos cristianos. Y
nosotros, análogamente a los egipcios en los primeros siglos de la nueva fe y edad, inducidos por el miedo de una profanación aun peor de los nombres y las cosas sagradas, tuvimos que sepultar en las anfractuosidades el poco conocimiento esotérico
que se nos ha permitido divulgar al mundo.
Sin embargo, en los últimos tres años, todo esto ha ido cambiando rápidamente y la demanda de información mística se ha multiplicado tanto que la editorial Teosófica no lograba encontrar suficientes trabajadores para cumplir con los pedidos.
Aun "La Doctrina Secreta" ha demostrado ser un éxito financiero, a pesar de ser nuestra publicación más críptica, su precio prohibitivo y el trato que la prensa le dio: ya sea
ignorándola o denigrándola con desdén. Constatad el cambio. Lo que los teósofos casi no osaban mencionar si no susurrando, para que, hace algunos años, no los tildaran de lunáticos, hoy los oradores lo divulgan y los clérigos lo abogan públicamente.
Mientras los ortodoxos se apremian a eliminar el antiguo infierno y la Nueva Jerusalén embaldosada de zafiros, los más liberales aceptan nuestra Doctrina de K arma, Reencarnación y de Dios como Principio abstracto, bajo los velos cristianos y de
una fraseología bíblica.
Así, la Iglesia está dirigiéndose paulatinamente hacia la filosofía y el panteísmo. Diariamente constatamos que algunas de nuestras enseñanzas afloran a guisa de especulaciones religiosas, poéticas y hasta científicas, suscitando el respeto de
los rotativos que no admiten su origen teosófico, ni se abstienen de vilipendiar el caudal de estas ideas místicas, la Sociedad Teosófica. Hace un año, un periódico que no vale la pena mencionar, incluyó la exclamación de un sabio criticastro:
A fin de mostrar la plétora de ideas anticientificas en la obra "La Doctrina Secreta", es suficiente indicar que su autora rehúsa creer en la existencia de la materia inorgánica y dota a los átomos de inteligencia.
Hoy en día, la revista londinense "Harper's" menciona con aprobación y simpatía el concepto de materia facilitado por Edison:
No creo que la materia sea inerte y que sobre ella actúe una fuerza externa. Por lo visto, parece que cada átomo posee cierta cantidad de inteligencia primitiva: mirad los millares de modos en los cuales los átomos de hidrógeno se combinan con los de otros elementos. [. . .] ¿Acaso queréis decir que lo hacen sin inteligencia? [...]
Edison es un teósofo, aunque no sea muy activo, mas el mero hecho de que tenga un diploma (de la Sociedad Teosófica), parece inspirarle verdades teosóficas.
Nuestros enemigos cristianos exclaman con desdén: "¡Los teósofos creen en la reencarnación!" "No hay una palabra, pronunciada por nuestro Salvador, que pueda interpretarse contra la creencia moderna de la reencarnación. . . ", predica el
reverendo Bullard, entreabriendo, muy sabiamente, una puerta secundaria para el día en que esta "creencia vacía", brahmánica y budista, adquiera un carácter general.
Los teósofos creen que las primeras razas humanas eran tan etéreas como ahora lo son sus dobles astrales y las llaman chhayas (sombras). Ahora, escuchad a un insigne poeta inglés que en su último libro: "Deméter y otros Poemas", canta:
“El fantasma en el hombre, el fantasma que una vez fue hombre,
Pero no puede liberarse completamente de los hombres,
Que están llamándose los unos a los otros al Alba,
De manera tan estentórea jamás vista en la tierra;
El velo se desgarra y las voces del día
Resuenan sobre las de la Oscuridad.
No hay cielo ni infierno repentino para el hombre,

Una Evolución Intemporal, rápida o lenta,
Por todas las esferas, una cumbre que se abre más y más
y una tierra que sigue reduciéndose. . .”

Parece que Tennyson ha leído los libros teosóficos o lo inspiraron las mismas ideas grandiosas que nos movieron a nosotros.
"¡Oh!", ciertos escépticos exclaman: "sin embargo hay licencias poéticas. El autor no cree una palabra de lo que escribe." ¿Cómo lo saben? Aun suponiendo que así sea, he aquí una prueba ulterior de la evolución cíclica de nuestras ideas teosóficas, que espero no se tilden de "licencias clericales." Uno de los sacerdotes londinenses más estimados y compasivos, el Reverendo G. W. Allen, se ha puesto los zapatos teosóficos y ha
seguido nuestro buen ejemplo fundando una "Sociedad Cristo-Teosófica." Como su doble título muestra, su plataforma y programa deben ser, necesariamente, más limitados que los nuestros, ya que en su circular leemos: "Se propone solamente
cubrir el terreno que la Sociedad Teosófica ahora no estudia."
Seguramente, esta nueva Sociedad hará un buen trabajo a pesar de lo equivocado que nuestro estimado amigo y colaborador teosófico esté, en creer que las enseñanzas de la Sociedad Teosófica no cubren al Cristianismo esotérico, ya que estudia el aspecto esotérico de toda religión del mundo. Desde luego, si el nombre escogido quiere decir algo, implica que el trabajo y el estudio de los miembros debe ser, necesariamente, teosófico. Un párrafo entresacado de la circular de la "Sociedad Cristo-Teosófica" avalará lo antedicho.
Es nuestra creencia que, actualmente, hay muchas personas descontentas con la enunciación estéril y antifilosófica del Cristianismo, expresada en sermones y escritos teológicos.
Algunos de estos individuos se ven inducidos a abandonar todo tipo de fe en el Cristianismo, mas muchos de ellos lo hacen con reluctancia y acogerían con benevolencia una presentación de las antiguas verdades que les mostrara la
consonancia con las conclusiones de la razón y el testimonio de la intuición innegable. Existen muchos otros cuyo único sentimiento es que las verdades de su religión tienen un significado práctico tan pequeño, que ejercen un poder diminuto en la influencia y el ennoblecimiento de su carácter y diario vivir. La Sociedad Cristo-Teosófica apela a ellos, invitándoles a unirse en un esfuerzo común para aprender acerca de la Verdad Cristiana y alcanzar ese Poder capaz de satisfacer los anhelos profundos del corazón humano, fortificándonos en el dominio de nosotros mismos y en la existencia vivida para los demás.
Esto es admirable y muestra claramente su propósito de contrarrestar las influencias perniciosas de la teología exotérica y dogmática, que es cuanto hemos tratado de hacer desde el principio. Sin embargo, todas las similitudes terminan allí, pues parece no tener ningún nexo con la Teosofía universal, sino sólo con la sectaria. Tememos que la "S.C.T." limite los "Misterios de la Verdad Divina" a una religión, la más reciente y los
avatares a un sólo hombre, cuando invita:
a su membresía, aquellos que, dispuestos a aprender los misterios de la Verdad Divina de forma más clara y más amplia, aún desean mantener como base de su filosofía las
doctrinas cristianas de Dios como Padre de todos los seres y Cristo como revelación de Sí mismo a la humanidad.
Esperamos, sinceramente, que los miembros de la Sociedad Cristo-Teosófica puedan evitar estos Caribdis sin caer en Escila. (3)
Sin embargo, no podemos más que hacer notar una dificultad y pedimos, humildemente, que se nos explique. Según la circular: "La Sociedad no consta de maestros, ni educandos.
Todos son estudiantes." Ahora, a esto le antecede la declaración que los miembros "acogerían con benevolencia una presentación de las antiguas verdades [. . .] en consonancia con las conclusiones de la razón etc." Por lo tanto nos preguntamos:
¿quién de los "estudiantes" presentará estas verdades a los otros? Es obvio que, a pesar de quien sea, tan pronto como empiece su presentación, se convertirá, quiéralo o no, en un "maestro."
Mas todo esto es secundario. Nos sentimos muy orgullosos y satisfechos con el homenaje tributado a la Teosofía en la imagen de un representante del clero anglicano dispuesto a seguir nuestras huellas, para que desmenucemos los detalles. Por lo
tanto, deseamos lo mejor a la Asociación Cristo- Teosófica.



NOTAS


1) Que nuestros lectores tengan presente los nombres de algunos letrados y científicos eminentes que se han convertido en espiritistas abiertamente. En América es suficiente mencionar al profesor Hare, Epes, Sarjeant, Robert Dale Owen, Judge Edmonds etc; en Rusia los profesores Butlerof, Wagner y el más grande entre ellos, el difunto Pirogoff; en Alemania Zollner; en Francia el astrónomo M. Camille Flammarion y al final, en Inglaterra, A. Russel Wallace, W. Crookes, Balfour Stewart, etc., seguidos por un número de estrellas científicas secundarias.
2) Esperamos que los pocos amigos remanentes en las filas de los espiritistas no nos malentiendan. Acusamos a los "espíritus" falsos de las secciones espiritistas encabezadas por mediums profesionales y negamos la posibilidad de tales manifestaciones de espíritus en el plano físico. Sin embargo, creemos profundamente en los fenómenos espiritísticos y en la relación entre los Espíritus de Egos de entidades
encarnadas y desencarnadas. Mas dado que estos últimos no pueden manifestarse en nuestro plano, es el Ego del ser vivo el que encuentra al Ego de la personalidad difunta, ascendiendo al plano Devachánico. Esto es realizable en estado de trance, durante los sueños y otros medios subjetivos.
3) Evitar que se encuentren entre dos fuegos. (N .d. T.)



LAS REGLAS DEL CHELADO H. P. Blavatsky


LAS REGLAS DEL CHELADO

H. P. Blavatsky


Las reglas del chelado, o discipulado, existen en varios volúmenes Sánscritos y

Tibetanos. En el Libro IV del Kiu-ti, en el capítulo sobre "Las Leyes de los Upasanas" (discípulos), las calificaciones esperadas en un "chela regular" son:

1) Perfecta salud física (esta regla se aplica sólo a los "chelas del templo", quienes deben ser perfectos).

2) Absoluta pureza física y mental.

 3) Inegoísmo de propósito, caridad universal, y compasión por todos los seres animados.

 4) Veracidad, e inmutable fe en las Leyes del Karma.

5) Coraje intrépido en el sostenimiento de la verdad, incluso frente al peligro
de muerte.

6) Percepción intuitiva de uno mismo como siendo el vehículo del divino Atman
manifestado (el Espíritu).

7) Calma indiferente frente a, pero justa apreciación de, todo aquello que constituye el mundo objetivo y transitorio.

8) El consentimiento de ambos padres y su permiso para convertirse en un Upasana (chela).

9) Celibato, y libertad de cualquier deber obligatorio.

Las dos últimas reglas son las más estrictamente cumplidas. Ningún hombre culpable de irreverencia a su padre o madre, o de injusto abandono de su esposa, puede nunca ser aceptado incluso como chela laico.

Collected Writings. Vol VIII- pág. 294



[Nota de los Editores: Es interesante conocer cuáles son las cualidades que tienen que ir naciendo en los aspirantes, de modo que este conocimiento sea nuestro norte y nos permita orientar la vida hacia la realización de dichas características. En cada individuo esas cualidades se desarrollarán progresivamente en su propio grado, de acuerdo a la madurez interna, pero esto tendrá lugar sólo en la medida en que se realice sinceramente un esfuerzo hacia ello, sin aplazarlo “para una futura existencia”].


LA CAÍDA DE LOS IDEALES H. P. Blavatsky



LA CAÍDA DE LOS IDEALES

H.  P.  Blavatsky

Artículo publicado en 1889


“El mal nos llena de deudas a pagar,  el Bien libera y
redime, huye del mal, sigue el bien;  ¡gobiérnate a ti
mismo! Este es el Camino. ”

GAUTAMA BUDDHA


INTRODUCCIÓN


El debate filosófico comenzó en nuestro articulo El Origen del Mal, y continúa en
éste, que es reedición de un artículo que se publicó en la revista Lucifer , en 1889.
Un cuidadoso estudio de estos dos artículos desvelará la verdad de las sabias
palabras de un gran Adepto:
“Después de tener en cuenta los males que son naturales y no pueden ser evitados –y son tan pocos que yo reto a toda la hueste de metafísicos occidentales a que los llamen males, o que los conduzcan directamente a una causa independiente –, señalaré el mayor y principal motivo de casi los dos tercios de los males que persiguen a la Humanidad desde que éste se convirtió en poder:  es la religión, cualquiera que sea su forma, y en la nación que sea;  es la casta sacerdotal, el clero y las Iglesias;  en esas ilusiones que el hombre tiene como sagradas, es donde se tiene que hallar el origen de esa multitud de males, los cuales son la mayor maldición de la Humanidad y de casi todas las agresiones del género humano.
La ignorancia creó a los Dioses, y los astutos aprovecharon la oportunidad. Miremos la
India, el Cristianismo, el Islamismo, el Judaísmo, y el Fetichismo. Es la imposición por parte de los sacerdotes lo que hace aparecer a esos Dioses tan terribles para el hombre. La religión ha convertido a éste en un hipócrita egoísta: el fanático que odia a todo hombre que no pertenezca a su propia secta sin otorgarle nada mejor ni más moral a cambio. Es la creencia en Dios y los Dioses, lo que ha convertido a las dos terceras partes de la Humanidad en esclavos de unos pocos, de aquellos que les engañan bajo la falsa pretensión de salvarlos. ¿No está el hombre siempre dispuesto a cometer cualquier clase de males si se le dice que su Dios o Dioses se lo piden?; víctima voluntaria será de un Dios engañoso, esclavo y abyecto de sus artificiosos ministros.
Los campesinos irlandeses, italianos y eslavos morirían de hambre y verían a su familia
sucumbir de inanición y desnuda, por alimentar y vestir a su “padre ” y Papa. . Durante dos mil años la India gimió bajo el peso de las castas, los brahmanes sólo se alimentaban de las riquezas de la tierra, y hoy los seguidores de Cristo y los de Mahoma se despedazan entre ellos, en el nombre de y por el engrandecimiento y la gloria de sus respectivos mitos.
Recuerden que la suma de las miserias humanas no disminuirá hasta el día en que la mejor parte de la Humanidad destruya los altares de sus falsos dioses en nombre de la Verdad, Moralidad y Caridad Universal. ”

En un mundo de ilusión dirigido por la ley de la evolución, nada sería más natural
que los ideales del Hombre (entendiendo a éste como la totalidad del género
humano)estuvieran siempre cambiando. Una parte de la Naturaleza le rodea,
esa proteica y siempre cambiante Naturaleza, y así como cada una de sus partículas es
transformada incesantemente, mientras que el armonioso cuerpo permanece como un
todo, siempre el mismo, el hombre estará continuamente cambiando, física, intelectual,
moral, espiritualmente. En un momento dado, se encontrará en el punto más alto del
desarrollo; en otro, en el más bajo. Y como alternativamente sube y baja tanto, su moral
natural se expandirá y contraerá; así su código de moral unas veces reunirá los más
nobles, altruistas y elevados ideales, mientras que en otras, la conciencia que lo dirige
no será sino el reflejo del egoísmo, la brutalidad y la falta de fe. Pero esto, solamente es
en lo externo, en el plano ilusorio. En su interior, o mejor dicho en su constitución
esencial , tanto la Naturaleza como el hombre son lo mismo, porque su esencia es
idéntica. Todo nace, se desarrolla y se dirige hacia la perfección en la matriz donde se
originó su percepción externa, o como dijo un filósofo “siempre llegando a ”.
Pero en el último extremo de la esencia espiritual, todo es y por lo tanto permanece
inmutable. Todo va hacia esa Esencia eterna, adonde cada cosa y cada ser tienden
gradualmente, de manera casi imperceptible, pero con tanta seguridad como el
Universo poblado de estrellas y mundos se mueve hacia un misterioso punto, al que la
Astronomía aún no ha dado nombre, y que es llamado por los ocultistas el Sol Central
Espiritual.
Es señalado en casi todas las épocas históricas que un vasto intervalo –casi un vacío –
dista entre el ideal de perfección y su aplicación práctica. A pesar de esto, cada cierto
tiempo aparecieron en la Tierra grandes genios que enseñaron a la Humanidad a mirar
más allá del velo de la ilusión, y el hombre aprendió que ante él no existía un abismo
infranqueable, sino que la providencia que guía a la humanidad es quien, mediante sus
más altas y espirituales razas, ha de rellenar cada vez más el gran hueco, en cada ciclo
venidero. Pues, como una unidad, cada hombre tiene la facultad de poder llenar ese
vacío con su propio mito. Sí, todavía existen hombres que, a pesar del presente estado
caótico del mundo moral y los tristes despojos de los más altos ideales humanos,
persisten en creer y enseñar que el actual ideal de perfección humano no es un sueño,
sino una ley de naturaleza divina; y que la Humanidad aún deberá esperar quizás
millones de años hasta que llegue el día en que se transforme en una raza de dioses.
Mientras tanto, los periódicos ascensos y descensos de la naturaleza humana en su
aspecto exterior apartan al hombre de su posición, pues la percepción media de la
Humanidad es demasiado débil para ver que ambos procesos ocurren cada vez en un
nivel más elevado que el precedente. Pero para tales transformaciones no siempre se
necesitan siglos, pues algunos cambios externos son forjados por veloces fuerzas
activas –por ejemplo: guerras, nuevas teorías, epidemias, devastación por hambre o
fanatismo religioso –, y por lo tanto, las masas ciegas imaginarán que el hombre fue, es,
y será el mismo. A nuestros ojos, la humanidad es como nuestro globo, aparentemente
estacionario; sin embargo ambos se mueven en el espacio y en el tiempo con velocidad
semejante, alrededor de sí mismos y avanzando .
Además, cualquiera que sea el fin de esta evolución, el hombre era desde el
nacimiento de su conciencia, y todavía lo es, el vehículo de un espíritu dual, el bien y el
mal. Como las hermanas gemelas del gran poema póstumo de Víctor Hugo, Satanás –la
progenie surgida respectivamente de la Luz y las Tinieblas –, el ángel “Libertad ”y el
ángel “Isis-Lilith ”, han escogido al hombre como habitáculo en la Tierra, y ambos están en eterna disputa dentro de él.
Las Iglesias dicen al mundo que “el hombre nace en pecado ”, y San Juan (I Epístola III, 8)agrega que: “Aquel que cometa pecado es del mal, pues el mal pecó, desde el
principio ”. Aquellos que todavía creen en la fábula de “la costilla y la manzana ”, y en
«Satanás » –el ángel rebelde creen como consecuencia, por supuesto, en un Diablo
personal como contraste –en una religión dualista –un Dios personal. Nosotros,
filósofos esoteristas, no creemos en ninguno. Vamos, quizás, más allá de la letra muerta
de la Biblia. Pues decimos que, como entidades extracósmicas , no hay diablo ni dios; no obstante ambos existen. Y añadimos que ambos habitan en la Tierra, en el hombre, el
verdadero hombre en sí mismo, que es –como un ser físico –el diablo, el verdadero
vehículo del mal , y –como una entidad espiritual –es Dios o el bien . Por lo tanto, al
decirle a la Humanidad “tú tienes el diablo en ti ” se dice tanto de verdad metafísica
como cuando decimos a todos sus hombres “¿No conocéis a ese dios que habita en
vosotros?” Ambas declaraciones son ciertas. . Pero nosotros estamos en el punto crítico
del gran ciclo social, y es la primera evidencia la que domina ahora. Sin embargo
–parafraseando un texto de San Pablo – “hay muchos diablos pero no hay más que un Satanás ”; así, mientras nosotros tenemos una gran variedad de demonios constituyendo colectivamente la Humanidad, hay pocos, si los hay, de tan grandiosos caracteres satánicos como los descritos por Milton, Byron, y recientemente por Víctor Hugo. Por lo tanto, debido a tal mediocridad, los ideales humanos están cayendo, para permanecer irremplazados; una vida en prosa tan espiritualmente muerta como la niebla de Londres en noviembre, da tanta vitalidad al materialismo brutal y los vicios –de los que los siete pecados capitales no serían más que una pequeña parte – como esa niebla fomenta los microbios patógenos.
Ahora raramente encontramos en el corazón humano aspiraciones dirigidas al ideal
eterno, sino que, en lugar de ello, cada pensamiento tiende hacia la única y central idea
de nuestro siglo, el gran “Yo ”, que es para cada uno el único centro posible alrededor
del cual todo el Universo está para girar y rodar.
Cuando el emperador Juliano –llamado “el Apóstata ” porque, , al creer en los grandes
ideales de sus antecesores, los Iniciados, no quiso aceptar la antropomorfización –vio
por última vez a sus amados Dioses que se le aparecieron, lloró.

¡Ay!, ellos no fueron los brillantes seres espirituales que él había adorado, sino sólo las
decrépitas, pálidas y gastadas sombras de los Dioses que tanto amó. Tal vez ellos
fueron las visiones proféticas de los ideales desaparecidos de su época, y también de
nuestro propio ciclo. Estos “dioses ” son ahora considerados por la Iglesia demonios , y así son llamados; mientras que quien les guarde un poético y dilatado amor es
inmediatamente tachado como un Anticristo y un Satanás moderno.
Bien, Satanás es un término elástico y nadie ha dado todavía siquiera una definición
lógica aproximada del significado simbólico del nombre. El primero que lo
antropomorfizó fue John Milton, él es un verdadero padre intelectual putativo, como
está ampliamente admitido que el teológico Satanás de la Caída es el “Hijo de la
Mente ” del poeta ciego. . Sin sus atributos teológicos y dogmáticos, Satanás es
simplemente un adversario; no necesariamente un “diablo travieso ” o un “perseguidor
de hombres ”, sino posiblemente también un enemigo del mal. El pudo, de ese modo,
convertirse en el Salvador de los oprimidos, un paladín de los débiles y pobres,
aplastado por los demonios, menores (los hombres), los demonios de la avaricia,
egoísmo e hipocresía. Michelet lo llama el “Gran Desheredado ”, y lo acepta en su
corazón. El Satanás gigante del concepto poético no es, en realidad, sino el compendio
de todos los descontentos y nobles entendimientos de la época. Pero Víctor Hugo fue
el primero en comprender la oculta verdad. Satanás, en su poema así llamado, es una
Entidad verdaderamente grandiosa, con la suficiente humanidad en él para poder ser
comprendido por un intelecto normal.
Entender el Satanás de Milton y de Byron es como intentar apresar un puñado de
niebla: no hay nada humano en ellos. El Satanás de Milton pelea con ángeles que son
especie de marionetas volátiles, sin espontaneidad, sacadas al escenario de la existencia
y la acción por el hilo invisible de la predestinación teológica. El Lucifer de Hugo
entabla una espantosa batalla con sus propias y terribles pasiones, y nuevamente se
convierte en Arcángel de la Luz después de las agonías más pavorosas jamás concebidas por una mente mortal ni escritas por una pluma humana. Todos los demás modelos satánicos palidecen ante su esplendor. El Mefistófeles de Goethe es un verdadero diablo de la Teología; el Ahrimán del Manfredo de Byron es un personaje demasiado sobrenatural que incluso tiene poca afinidad con el elemento humano, y es tan elevado como fue el genio de su creador. Todas estas figuras se empequeñecen ante el Satanás de Víctor Hugo, quien ama tan intensamente como odia. Manfredo y Caín son las Protestas encarnadas de los oprimidos, agraviados y perseguidos individualmente,  contra el “Mundo ” y la “Sociedad ” –aquellos demonios gigantes y monstruos salvajes de injusticia colectiva –. Manfredo es el modelo de una voluntad indomable, orgulloso, que no se doblega ante ninguna influencia terrenal o divina, que valora su absoluta libertad de acción por encima de cualquier sentimiento o consideración social, superior a la Naturaleza y a todo lo que hay en ella.
Pero, tanto en Manfredo como en Caín, el sí-mismo, el “Yo ”, es siempre prioritario, y
no hay una chispa de amor redentor en ellos, sino de miedo. Manfredo tampoco se
someterá al universal Espíritu del Mal; todavía permanece solo, cara a cara, con el
oscuro oponente de Ahura-Mazda (luz Universal), Ahrimán y sus incontables huestes de
la Oscuridad.
Estos modelos nacen de un intenso preguntarse, de un asombro espantoso y atrevida
actitud desafiante, pero que no mueve a resentimientos humanos; además, ellos son
sobrenaturales . Byron nunca pensó en unificar a su Arcángel con aquella chispa
imperecedera de amor, la cual constituye –y debe constituir – la esencia del
“Primer –Nacido ” fuera de la esencia homogénea de la eterna Armonía y Luz, , y es el
elemento de la piadosa reconciliación, incluso en su (según nuestra filosofía)última
progenie terrenal, la Humanidad.
La discordia es el compañero de la diferenciación, y Satanás estando en evolución,
debe en este sentido, ser un adversario, un contraste, siendo un símbolo de la materia
caótica . La esencia del amor no puede extinguirse, sino sólo pervertirse. Sin este poder
salvador redentor, imbuido en Satanás, simplemente aparecería como un absurdo
fracaso, de una omnipotente y omnisciente imbecilidad, lo cual es llamado, muy
justamente, de manera desdeñosa, antagonista, por la teología cristiana. Con ello, él se
convierte en una Entidad concebible: los Asuras de los mitos puránicos, los primeros
alientos de Brahma quienes, después de pelearse con los Dioses y derrotarles, son
finalmente ellos mismos derrotados y después arrojados a la Tierra donde encarnan en
la Humanidad. De este modo la Humanidad Satánica se hace comprensible. Y después
de moverse de un lado a otro en su ciclo de pruebas, puede –con las experiencias
acumuladas por todo el dolor de la Humanidad – emerger de nuevo a la luz, , como la
filosofía oriental enseña.
Si Víctor Hugo hubiera vivido para completar su poema, posiblemente con el
discernimiento robustecido, habría combinado su concepto satánico con el de las razas
arias, las cuales hacen que todos los poderes menores, buenos o malos, nazcan al
comienzo y mueran al final de cada “Era Divina ”. Como la naturaleza humana es
siempre la misma y, sociológica, espiritual e intelectualmente, la evolución es una
cuestión de superación paso a paso, es muy posible que en vez de apresar una unidad
del ideal satánico como hizo Hugo, el siguiente gran poeta pueda hacerlo enteramente;
haciéndose eco de su generación, con la eterna idea del equilibrio cósmico tan
noblemente enfatizado en la mitología aria.
La primera mitad de este ideal se aproxima suficientemente al ideal humano como
para hacer las torturas morales del Satanás de Hugo completamente comprensibles
para los filósofos esoteristas. ¿Cuál es el principal tormento de este Anarquista
Cósmico?Es la agonía moral causada por tal dualidad en la Naturaleza, el
desgarramiento del Espíritu del Mal y la Oposición por el inmortal elemento del amor
originario en el Arcángel. Esta chispa de amor divino, de Luz y Armonía, que ningún odio puede descomponer totalmente, le causa una tortura mucho más insoportable que su Caída y exilio por protestar y rebelarse. Esta brillante y celestial chispa, que irradia
Satanás en la negra oscuridad de su reinado de noche moral, le hace visible al lector
intuitivo. Esto hizo que Víctor Hugo le viera sollozando con una desesperación
sobrehumana, de manera que cada gemido estremecía la Tierra de un polo a otro.

Primero, sollozos de ira al no poder él extirpar el amor por la divina bondad de su
naturaleza; luego cambiando a un estado de desesperación por ser separado de ese
amor divino que tanto anhela. Todo esto es intensamente humano. Este abismo de
desesperación es la salvación de Satanás. En esta Caída una pluma se desprende de un
ala, antes blanca e inmaculada, siendo iluminada por un rayo de resplandor divino, e
inmediatamente transformada en un Ser brillante: el Ángel de la libertad. Esta es la hija
de Satanás, la hija conjuntamente de Dios y del Ángel Caído, la progenie del Bien y del
Mal, de la Luz y de la Oscuridad, y Dios reconoce esta común y “sublime paternidad ”
que los une. Es la hija de Satanás quien le salva a él. En la cima de la desesperación, al
sentirse odiado por la LUZ, Satanás oye las palabras divinas: “No; yo no te odio ”, dice la Voz. “Un Angel está entre nosotros, y sus obras te dan prestigio. El hombre sujeto a ti, por ello está ahora liberado ”.

“¡Oh Satanás, tu puedes ahora decir: yo viviré!
Ven, el Ángel de la Libertad, es tu hijo y el mío.
¡Esta paternidad sublime nos une !”

La concepción total es una eflorescencia de idealidad metafísica. Esta blanca flor de
loto del pensamiento nace ahora, como en épocas anteriores, de la corrupción del
mundo de la materia, generando Protesta y Libertad. Está naciendo entre nosotros
mismos y ante nuestros ojos del fango de la civilización moderna, lecho fecundo de
virtudes encontradas. En este sucio suelo crecieron los gérmenes que finalmente se
convirtieron en protestones que lo niegan todo, ateístas, nihilistas y anarquistas,
hombres del terror. Algunos podrán ser malos, violentos, criminales, pero ninguno
igualará a Satanás; pero tomando esta descorazonada, desesperada, amargada porción
de la Humanidad, colectivamente son Satanás mismo; pues él es la síntesis ideal de
todas las fuerzas discordantes, y cada vicio humano por separado o pasión, no son sino
un átomo de su totalidad. En lo profundo del corazón de esta humana-satánica
totalidad, arde la chispa divina, a pesar de todas las negaciones. Se llama AMOR POR
LA HUMANIDAD, una ardiente aspiración por un reino universal de Justicia, de aquí el deseo latente de Luz, Armonía y Bondad. ¿Dónde encontramos tal chispa divina entre
los orgullosos y los ricos?En una sociedad respetable y con una correcta ortodoxia, así
llamada por los creyentes, no se encuentra sino el predominio de un sentimiento de
egoísmo y el deseo de riquezas a expensas del débil y el desposeído, de ahí el
paralelismo entre la indiferencia ante la injusticia y el mal. Ante Satanás, la Protesta
encarnada se arrepiente y reúne con los hombres en una Hermandad común, y todo
motivo de protesta habrá desaparecido de la Tierra. Y eso sólo puede ocurrir cuando la
avaricia, la marginación y los prejuicios desaparezcan ante elementos de altruismo y
justicia para todos. Ahora mismo, la libertad no es sino una palabra vana en todo el
mundo civilizado; libertad no es más que un sinónimo solapado de opresión de las
gentes en nombre de las gentes y existe para castas, nunca para unidades. Para
conseguir el reino de la libertad, tal como lo contempla el Satanás de Hugo, “el Angel
de la Libertad ” tiene que nacer simultáneamente, , por mutuo amor y con el
consentimiento de la más elevada clase dominante, y las clases inferiores –los pobres –;
en otras palabras, convertirse en progenie de Dios y Satanás, y así reconciliar a ambos.
Pero esto es una utopía en el presente. No puede acontecer antes de que las castas de
los modernos levitas y su teología –el fruto del Mar Muerto de la espiritualidad –hayan
desaparecido; y que los sacerdotes del Futuro hayan declarado ante el mundo entero en
las palabras de su Dios:

“Y yo oscurezco la noche siniestra,
y ya no queda nada,
¡Satanás ha muerto, renace, oh
LUCIFER CELESTE!”

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