¿CANTARÁ EL POLVO TUS ALABANZAS?
Damon Knight
Y el Día de la Cólera llegó.
El cielo resonó con trompetas, angustiantes, ominosas. Por todas partes las
secas rocas se alzaron, gimiendo, y cayeron desmoronadas. Luego en cielo se
hendió, y en resplandor apareció un trono de fuego blanco, en un arco iris que
ardía verde.
Los relámpagos zigzagueaban
desde todos los horizontes. Alrededor del trono flotaban siete majestuosas
figuras vestidas de blanco, con cintas doradas cruzando sus pechos; y cada una
llevaba en su gigantesca mano una redoma que humeaba hacia el cielo.
Desde el resplandor del
trono llegó una voz:
- Seguid vuestros caminos, y
verted vuestras redomas de la cólera de Dios sobre la tierra.
Y el primer ángel descendió,
y vació su redoma en un torrente de oscuridad que humeó por encima de toda la
tierra desierta. Y se hizo el silencio.
Luego el segundo ángel voló
bajando a la tierra, y planeó de un lado a otro, sin vaciar su redoma: y
finalmente regresó junto al trono, diciendo:
- Señor, debo vaciar la mía
en el mar. ¿Pero dónde está el mar?
Y de nuevo se hizo el
silencio. Porque las resecas y polvorientas rocas de la tierra se extendían
ilimitadamente bajo el cielo; y allá donde habían estado los océanos había tan
sólo cavernas abiertas en las rocas, tan resecas y vacías como el resto.
El tercer ángel exclamó:
- Señor, la mía es para los
ríos y fuentes de agua.
Y luego el cuarto ángel
dijo:
- Señor, déjame vaciar la
mía.
Y vertió el contenido de su
redoma hacia el sol; y en un instante ardió con una terrible radiación: y
planeó de un lado para otro dejando caer su luz sobre la tierra. Tras un cierto
tiempo vaciló y regresó junto al trono. Y de nuevo se hizo el silencio.
Entonces del trono brotó una
voz diciendo:
- Ya basta.
Bajo el amplio domo de los
cielos, no volaba ningún pájaro. Ninguna criatura reptaba o se arrastraba sobre
la superficie de la tierra; no había ningún árbol, ninguna brizna de hierba.
La voz dijo:
- Este es el día señalado.
Descendamos.
Entonces Dios anduvo sobre
la tierra, como en los viejos tiempos. Su forma era como una moviente columna
de humo. Y tras Él avanzaban los siete ángeles con sus redomas, murmurando.
Estaban solos bajo el ciclo gris amarillento.
- Aquellos que están muertos
han escapado de nuestra cólera - - dijo el Señor Dios Jehová -. Pero no
escaparán al juicio.
El reseco valle en el que se
encontraban era el Jardín del Edén, donde el primer hombre y la primera mujer
habían recibido un fruto que no debían comer. Al este se hallaba el paso por el
que la pareja condenada había sido arrojada al desierto. A una poca distancia
hacia el oeste se divisaban las dentadas formas del monte Ararat, donde se
había posado el Arca tras el Diluvio purificador.
Y Dios dijo con una gran
voz:
- Abramos el libro de la
vida; y que los muertos surjan de sus tumbas, y de las profundidades del mar,
Su voz resonó bajo el
tenebroso cielo. Y de nuevo las resecas rocas se alzaron y cayeron; pero los
muertos no aparecieron. Sólo el polvo se retorció, como si sólo eso quedara de
los miles de millones de habitantes de la tierra, vivos y muertos.
El primer ángel sujetaba en
los brazos un gran libro abierto. Cuando el silencio se hubo establecido
durante un cierto tiempo, cerró el libro, y en su rostro hubo miedo; y el libro
se desvaneció de entre sus manos.
Los otros ángeles murmuraban
entre sí y suspiraban. Uno dijo:
- Señor, terrible es el
sonido del silencio, cuando nuestros oídos deberían estar llenos de
lamentaciones.
Y Dios dijo:
- Este es el día señalado.
Sin embargo, un día en el cielo son mil años en la tierra. Gabriel, dime, según
como cuentan los hombres el tiempo, ¿Cuántos días han transcurrido desde el
Día?
El primer ángel abrió un
libro y dijo:
- Señor, tal como los
hombres cuentan el tiempo, ha pasado un día desde el Día.
Y volviéndose a ellos, Dios
dijo:
- Sólo un día: un instante.
Y sin embargo no se alzan.
El quinto ángel se humedeció
los labios y dijo:
- Señor, ¿No eres Tu acaso
Dios? ¿Qué secretos pueden haber para el Hacedor de todas las cosas?
- Paz – Dijo Jehová, y los
truenos resonaron hacia el sombrío horizonte -. A su debido tiempo, haré que
estas piedras se levanten y hablen. Seguidme, vamos un poco más lejos.
Vagaron por las resecas
montañas y por entre los vacíos cañones del mar. Y Dios dijo:
- Miguel, tú estabas
encargado de velar sobre esa gente. ¿Cómo fueron sus últimos días?
Hicieron una pausa cerca del
fisurado del Vesubio, que en una época de distracción celeste había entrado en
erupción dos veces, enterrando vivas a miles de personas.
El segundo ángel respondió:
- Señor, cuando los vi por
última vez, estaban preparando una gran guerra.
- Sus iniquidades rebasan
todo entendimiento – dijo Jehová -. ¿Cuáles eran las naciones que estaban
preparando la guerra?
El segundo ángel respondió:
- Señor, eran llamadas
Inglaterra y Rusia y China y América.
- Vayamos entonces a
Inglaterra.
Al otro lado del reseco
valle que había sido el Canal, la isla era una meseta de piedras, en ruinas y
desolada. Por todas partes las rocas estaban cuarteadas y sin vigor. Y Dios se
encolerizó más, y gritó fuerte:
- ¡Que las piedras hablen!
Entonces las grises rocas se
desmoronaron en polvo, descubriendo cavernas y túneles, como las cámaras de un
hormiguero vacío. Y en algunos lugares resplandeció el brillante metal,
dispuesto en capas graciosas pero sin ningún diseño, como si el metal se
hubiera fundido y hubiera corrido como agua.
Los ángeles murmuraron; pero
Dios dijo:
- Esperad. Esto no es todo.
Y ordenó de nuevo:
- ¡Hablad!
Y las piedras se alzaron una
vez más, para dejar al descubierto una cámara mucho más profunda. Y en
silencio, Dios y los ángeles se inmovilizaron en un círculo en torno al pozo, y
se inclinaron hacia delante para ver las formas que se movían allí.
En la pared de aquella
profunda cámara, alguien había grabado una hilera de letras. Y cuando la
máquina de aquella cámara había sido destruida, el metal incandescente había
brotado y había llenado las letras en la pared, de tal modo que ahora brillaban
como plata en la oscuridad.
Y Dios leyó las palabras.
NOSOTROS ESTÁBAMOS AQUÍ.
¿DÓNDE ESTABAS TÚ?
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario